RAMIRO BEJARANO GUZMÁN 16 AGO 2014 -
Notas de buhardilla
El presidente de la Corte Suprema de Justicia, Luis Gabriel Miranda, y el procurador general de la Nación, Alejandro Ordóñez Maldonado, perdieron por completo el decoro.
Por: Ramiro Bejarano Guzmán.
Miranda se hizo magistrado de la manera más sospechosa e indebida. Fruto de una componenda que consiguió retardar la votación en la Corte hasta que Francisco Javier Ricaurte, Pedro Munar y Ruth Marina Díaz consiguieron los votos necesarios para nombrarlo, llegó a la magistratura sin despejar los severos cuestionamientos en su contra, que aún hoy siguen en la penumbra.
Ese personaje gris sin autoridad científica y moral es quien hoy preside la jurisdicción ordinaria. En un foro organizado en Montería, el desprestigiado doctor Miranda decidió retar al país anunciando que las altas cortes se oponen a que se les prive de las funciones electorales, porque a su juicio se rompe el sistema de pesos y contrapesos previsto en la Carta Política.
El mensaje es claro. Magistrados de la calaña de Miranda están de nuevo atrincherados para torpedear cualquier intento de reforma a la justicia que no satisfaga los apetitos del partido de los jueces. A sangre y fuego defenderán las facultades electorales, porque con ellas han construido un imperio del mal que los hace invencibles.
Qué tal este magistrado defendiendo los pesos y contrapesos que personas como él y los de su perverso entorno han alterado en forma irreparable. Si algo ha distorsionado el equilibrio de los poderes es el hecho degradante de que los magistrados usan su poder para influir con sus cuotas burocráticas en Fiscalía, Procuraduría, Contraloría y Defensoría del Pueblo, mientras son intocables porque no hay quien controle sus abusos.
No faltaba más que las reglas de la justicia del futuro las impongan personas como Miranda, eso no puede seguir sucediendo. Un grupo de juristas libres de la más variada procedencia están liderando el “Manifiesto por la Justicia” para proponerle al país fórmulas desinteresadas que permitan superar la crisis en la que estamos sumidos por los excesos de algunos togados, y para que la justicia del posconflicto no salga de las manos manchadas de quienes la convirtieron en un feudo personal. Los magistrados que no comparten lo que está sucediendo, como en efecto los hay, le harían bien al país si expresaran públicamente sus disidentes opiniones sobre la corruptela judicial, que el clientelismo tiene silenciadas.
Y por el lado del procurador Ordóñez, es indignante lo que ha hecho, valido de su poder, para prohijar su candidato a contralor y para descalificar a Edgardo Maya. No se había visto nunca en la República que el jefe de Ministerio Público interfiriera en la elección de un jefe de otro organismo de control, ni que amenazara al Congreso, como lo hizo Ordóñez con su tramposa carta, en la que sostuvo entre líneas que quien vote por Maya será sancionado disciplinariamente.
Ordóñez está legalmente impedido, pero más éticamente, para meter sus fauces en la elección del contralor y para atacar a Edgardo Maya con argumentos jurídicos deleznables. Amenazar al Congreso con la leguleyada de que quien apoye a Maya incurre en falta disciplinaria es también un esfuerzo subliminal por intimidar a los magistrados del Consejo de Estado que tienen en sus manos el proceso de nulidad del nombramiento de Ordóñez. Pero además, a este procurador no se le puede olvidar que a quien se le está atravesando es la misma persona a la que él reemplazó en la Procuraduría, el mismo que destituyó e inhabilitó a su íntimo amigo, Fernando Londoño, el “Héroe de Invercolsa”.
Adenda. La propuesta de Tony Blair de crear un ministerio de la presidencia que coordine a sus colegas evoca la anécdota que se le atribuye al presidente López Pumarejo con Alberto Pumarejo. Cuando López llegó al poder quiso expresarle agradecimiento a su pariente Alberto por su apoyo en la campaña electoral, y lo invitó a que escogiera el cargo en el que quería trabajar. El inteligente Pumarejo expresó que quería coordinar los ministros, a lo cual el presidente López con sensatez republicana le contestó: “No, eso sí no, para eso me eligieron a mí”.
Publicar un comentario