Arlene B. Tickner, El Espectador 22 Jul 2014 -
Los bombardeos aéreos y la invasión terrestre de
Gaza por parte de Israel han provocado más de 600 muertes palestinas,
muchas de ellas de civiles inocentes, varias decenas de israelís, flujos
masivos de refugiados y desplazados, y daños materiales incalculables.
Por: Arlene B. Tickner
Desde el nombre de su ejército, Fuerzas de Defensa de Israel, hasta la forma en la que ha justificado diferentes actos de violencia realizados a lo largo de su historia como Estado, este país ha presentado toda acción bélica como un derecho a la legítima defensa contra sus agresores. Paradójicamente, son pocos los que cuestionan dicho raciocinio, inclusive entre quienes critican el uso desproporcionado de la violencia por parte de Israel. Al tiempo que distintas organizaciones de derechos humanos consideran que los ataques indiscriminados contra la población civil y la infraestructura económica y social de Gaza constituyen crímenes de guerra, reconocen que Israel tiene el derecho de responder al lanzamiento de misiles por parte de Hamás contra su territorio, por más asimétricas que sean las capacidades militares de las partes.
Pese a lo anterior, argumentar que el ataque contra un territorio que Israel ocupa (Gaza) es un acto de defensa propia constituye una tergiversación del derecho internacional a la que ha acudido sistemáticamente para preservar su poder colonial. A partir de 1967, Gaza y Cisjordania fueron reconocidas mundialmente como territorios ocupados. Las reglas de la ocupación en el derecho internacional incluyen, entre otros, el deber de mantener el orden y la seguridad en el territorio ocupado, incluyendo el bienestar de la población sometida. El rechazo de esta caracterización por parte de Israel ha tenido el propósito dual de rehusar la aplicación del derecho internacional humanitario y de justificar la utilización de la fuerza militar contra un supuesto agresor (y no una población sometida). La representación de todo palestino como amenaza potencial a la seguridad de Israel y todo nacional judío como posible víctima ha permitido reforzar esta estrategia al legitimar un trato diferencial de la población civil palestina.
Esta posición obedece a una lógica perversa que demuestra que, en la práctica, el trato israelí hacia Gaza (y Cisjordania) obedece más al que se le otorga a una posesión colonial que a un territorio militarmente ocupado. En la primera, Israel tiene el derecho de colonizar y oprimir a los palestinos por un tiempo indefinido, acción que supuestamente realiza para defenderse. Sin embargo, si los palestinos ejercen resistencia a la ocupación y la represión israelí, a lo cual también tienen derecho, Israel tiene el derecho de defenderse contra lo que tilda de acciones ilegítimas (y terroristas) por parte de los palestinos.
Aun si se acepta, como arguyen algunos, que Hamás es fundamentalista, violento, antidemocrático, desconocedor del derecho de Israel de existir, que dispara contra civiles israelíes y esconde municiones en hospitales y escuelas, poniendo en riesgo a su propia población, el origen de la coyuntura actual no es éste. Es la dominación colonial. Así de simple.
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