Los
colombianos que participan del circo electoral votaron ayer. De allí podemos
sacar algunas conclusiones.
Los
colombianos siguen siendo escépticos de las propuestas de la oligarquía y, ante
el clarín de la guerra, resolvió mantener la cosas como están. Sigue como
presidente Juan Manuel Santos. De lo
peor escogieron el menos peor. En realidad las cosas no variaron mucho en
relación con la primera vuelta. La gran ganadora fue la abstención que, a pesar
de una leve disminución, alcanzó el 53,12%, es decir, más de la mitad de los
colombianos no le come cuentos a la oligarquía.
El error
craso de la oligarquía en ésta apuesta era el de asustar –cosa que logró en
algunos sectores- con el “coco de la guerra” representado por Uribhitler y su “títere”,
como si Santos no representara el sector militarista de la oligarquía tradicional,
mas las cuentas les resultaron fallidas. No fue tan masiva como esperaban que
el pueblo, asustado por la guerra, saliera corriendo a votar por el “menos peor”
y legitimar un presidente que con una abrumadora votación estaría en posición
de fuerza para imponérsele a las insurgencias armadas.
La jugadita
como que les salió al revés. Al lanzarse los dos candidatos de la oligarquía,
en realidad de las dos mafias oligárquicas, la tradicional representada por
Santos, y la mafiosa narcotraficante representada por Uribhitler y su “títere”,
lo que hicieron fue dividir fuerzas. No
hubiera sido lo mismo si hubieran maniobrado para que el contendor fuera Clara
López –también de extracción oligáruica- del PDA y la UP, y presentar a Santos
como triunfador sobre la “izquierda”, lo que le daría el “aval” de haber
vencido a los izquierdosos en las elecciones. Mas el miedo que le tienen al
pueblo, a ese 53% que ayer no votó, los obligó a jugársela entre los dos peores.
El
caballito de batalla fue Paz –Santos- o guerra –Uribhitler y su “títere”-, y
todos sabíamos que lógicamente y visceralmente el pueblo escogería la opción de
la Paz así fuera blandida ésta consigna por un verdadero enemigo de la Paz, a
uno de los hacerdores más feroces de la guerra, que hoy por conveniencia
política tiene a sus delegados sentados en la Mesa de La Habana.
Estamos
seguros que a las primeras de cambio a JMSantos se le olvidarán las promesas de
Paz, pago de horas extras y recargos nocturnos, robados al pueblo por Uribhitler
y su camorra narco-paramilitar, reforma a la salud, a la educación y a la
Universidad, etc, que hizo en el desespero de una inminente derrota. Por ello,
lo que sigue –como antes- a la orden del día es la acción de las masas a través
de la movilización popular.
Tocará
entonces continuar con las acciones de masas para que la promesa electoral
deluchar por la Paz se convierta en una decisión fundamental en las decisiones
o determinaciones de gobierno. Por ello, la manifestación popular –esa que no
le come cuento a lo electoral, todavía- seguirá en sus acciones de masas:
paros, huelgas, manifestaciones, marchas por callles y carreteras, acciones
todas que representan las mil y una formas de lucha que “permite” la
oligarquía.
Las formas
“no permitidas” siguen en su brega de construir en la Mesa de La Habana una
Nueva Colombia, en Paz con justicia social, libertad, democracia, independencia
y soberanía nacional. Hablo naturalmente de las FARC-EP, pueblo en armas, que
seguirá mostrándole al nuevo presidente que la verdadera política no puede
estar aislada de las masas, del pueblo, y se hace imprescindible su
participación real y efectiva en la Mesa de La Habana.
En ese
orden de ideas, no es solamente llamando a la realización de foros y demás
encuentros, sino el desarrollar el mayor esfuerzo pedagógico para que nuestro
pueblo entienda y asuma totalmente el significado de la Paz, sino es que ya lo
ha asumido. Al interior de las comunidades debemos desarrollar acciones de todo
tipo, encuentros, foros, conferencias, teatro, poesia, etc, al efecto de
convertir la Paz en las más inverosímil movilización de las energías creadoras
del pueblo, movilización que tendrá como propio referente y objetivo su futuro,
su porvenir, la vida de nuestros hijos y ancianos.
La
movilización de esa energía nos hará invencibles y habremos colocado en su
sitio a “los enemigos de la Paz”, quienes si quieren guerra van a tenerla que
hacerla ellos mismos, metiéndose al barro de la confrontación, y por esa razón,
porque el pueblo quiere la paz, sufirán una derrota mucha más estruendosa que
la que ha sufrido hoy en día.
Los pueblos
son amantes de la Paz. La Paz es el bien supremo en el cual pueden desarrollar
todos sus potenciales. Mas que nadie se equivoque que a las provocaciones de
“los enemigos de la Paz” responderemos como pueblo unido, uno, indivisible,
para someter a los militaristas y guerreristas que pelechan a la sombra de la
guerra y se enriquecen a costa de la sangre del pueblo colombiano.
Seguimos,
entonces señor presidente Santos, en nuestra lucha. A vuestras declaratorias de
guerra responderemos con nuestras declaratorias de Paz. A vuestras palabras de
Paz, mostraremos el rostro de la Paz verdadera.
Pero no se equivoquen. Por la Paz estamos dispuestos a sacrificar hasta
nuestras propias vidas. El futuro de nuestros hijos, mujeres y ancianos demanda
de nosotros indecibles sacrificios. Ya hemos demostrado cuán valientes somos.
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