Por María Jimena DuzánVer más artículos de este autor
OPINIÓN. De la mano de su anticomunismo va su uribismo, que Sepúlveda practica de manera abyecta, como si fuera su verdadera religión.
Andrés
Sepúlveda no es un joven normal. Por sus venas corre un torrente de
odio que es lo único que lo mantiene vivo. Esa ira que lo atropella
queda clara cuando uno mira su perfil en la red. Sepúlveda odia casi
todo, pero especialmente lo que le huela a comunista, así no tenga para
nada claro qué significa ni se haya enterado de que
el comunismo se acabó con la caída del muro de Berlín. Eso a él poco le
importa. En las redes aparece como integrante del grupo Liga
Anticomunista de América, cuya finalidad es “defender la libertad de los
pueblos divulgando la verdad de los crímenes del comunismo”. Para él
los comunistas no son los que abogan por la dictadura del proletariado,
sino todos aquellos que se atrevan a hablar de reconciliación con las
guerrillas y estén de acuerdo en el proceso de paz que se sigue en La
Habana con las Farc. Esos son sus enemigos y contra ellos destila todo
su odio. Desde 2007 Sepúlveda fundó, por ejemplo, un grupo en la red que
se llama ‘Piedad Córdoba es una maldita guerrillera’, cuya finalidad no
es otra que la de expresar el odio a Piedad Córdoba “por guerrillera”.
De
la mano de su anticomunismo va su uribismo, el cual Sepúlveda practica
de manera abyecta como si fuera su verdadera religión: en 2008, según
información obtenida por un ente de investigación del Estado que indagó
sobre perfiles de hackers agresivos en las redes, crea el grupo ‘Amigos
de Uribe’, cuyo objetivo es “expresar el apoyo a nuestro presidente
Álvaro Uribe Vélez y dejarles claro a los malditos guerrilleros que los
vamos a acabar uno por uno…”.
Sepúlveda
también tiene una relación virtual muy estrecha con ciertos círculos del
Ejército. Prueba de ello es que en 2008 crea el grupo ‘Operación Jaque
liberados militarmente’, concebido como “un grupo de apoyo y
agradecimiento a las Fuerzas Militares y de igual forma al expresidente
Álvaro Uribe Vélez”. A lo largo de los últimos años esa relación se
vuelve aún más evidente porque entra a integrar varios grupos virtuales
que están formados por militares activos. Entre ellos, el de ‘Líderes y
amigos de la defensa y seguridad nacional’, que en las redes sociales se
define como “grupo que reúne a seres humanos con la calidad y el
compromiso de adelantar causas sociales de bienestar común”. Es también
integrante del grupo ‘Los que sabemos que el general Uscátegui es
inocente’, que defiende la inocencia del general Uscátegui.
En
su faceta de asesor de la campaña del candidato del uribismo Óscar Iván
Zuluaga fue muy eficaz. Desde que entró a trabajar en la campaña creó
el grupo ‘Amigos de OIZ’ y @santjudas, una cuenta en Twitter que es una
diatriba constante contra el presidente Santos. Es un fiel admirador de
María Fernanda Cabal y comparte un grupo con otro joven, Juan Sebastián
Camelo, fundador de otro grupo de extrema derecha católica, admirador
del procurador Ordóñez, que se llama Restauración Nacional.
Aunque
el ministro de Defensa Pinzón ha salido a decir que este hacker nunca
trabajó con la fuerza pública, sí es claro que hay evidencias de que
tiene por lo menos estrechas relaciones virtuales con varios miembros de
la fuerza pública. Y todavía falta que el ministro Pinzón nos explique
por qué este hacker puso a circular en las redes una foto donde aparecen
Iván Márquez, Pablo Catatumbo y Fidel Castro, que ya les había sido
ofrecida a varios medios de comunicación por una fuente que trabajaba en
el Centro de Inteligencia Militar del Ejército (Cime). (El jefe de la
Cime, el general Forero, ha pasado de agache luego de que SEMANA informó
que por lo menos 115 líneas telefónicas estaban siendo interceptadas
ilegalmente en la famosa Sala Gris que fue cerrada por la Fiscalía,
luego de la denuncia).
Más allá de estos
interrogantes, que esperamos la Fiscalía resuelva, lo que es evidente es
que estos hackers como Sepúlveda son la carne de cañón de una guerra
sucia que se está librando no entre la campaña uribista y la santista
como muchos creen, sino dentro del propio Estado.
Es
evidente que en el interior del propio Estado hay una pelea de poder
entre las fuerzas que manejan la inteligencia –de la que me voy a
referir en próximas columnas–, que está utilizando a estos hackers como
pistoleros virtuales para desestabilizar el país e impedir por todas las
formas que se logre un proceso de paz con las Farc.
El
Estado tiene al enemigo adentro y el gobierno de Santos está a expensas
de él. Ese enemigo ha creado un monstruo que es este ejército de
hackers, cada vez más inmanejable, que se mueve por el odio y la
venganza, que ha crecido bajo la consigna de que en la vida no hay
adversarios sino enemigos y de que la venganza y el odio son el motor de
sus vidas. En un clima así de envenenado, difícilmente se puede
cosechar la paz.
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