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Alfredo Molano Bravo: A la ofensiva

Written By Unknown on domingo, abril 27, 2014 | domingo, abril 27, 2014


Alfredo Molano Bravo 26 Abr 2014 - 10:00 pm

La continuación de las negociaciones de paz aliña las ya harto sosas campañas electorales. Doscientos exmilitares de Acore, el cuerpo deliberante de las Fuerzas Armadas, respaldaron la candidatura de Zuluaga.
Por: Alfredo Molano Bravo
El exgeneral Bedoya sigue disparando discursos contra la paz, como lo ha hecho siempre, con la diferencia de que ahora no blande el sable. Sugirió que en La Habana se negocia la suerte de los militares. O por lo menos así lo entendió el Gobierno; De la Calle y Mora negaron el hecho. Pero algo comprensible está detrás del obús de Bedoya: la paz supone la continuación de la guerra por otros medios. Como lo hace el mismo exgeneral cuando habla de civil.

¿La dejación de armas por parte de la guerrilla no supone acaso una reducción del gasto militar en el futuro? Ojalá sucediera lo que sucedió en Costa Rica después de la guerra civil del 48: se liquidó el Ejército y desde entonces esa Nación ha resuelto todos sus conflictos a las buenas. Es la democracia modelo de América. Quizá no pase aquí lo mismo, por los enormes intereses económicos que están detrás de unas fuerzas armadas que gastan más de lo que el país crece anualmente. Cada año, en virtud de la guerra, perdemos dos de los cuatro puntos que se le sacan de ventaja al PIB. Se cae de su peso: con la paz, las Fuerzas Armadas no pueden gastar más en guerra, o por lo menos no pueden seguir haciendo lo que hacen. Es decir, el medio millón de soldados y policías se deberían poner al servicio de la patria produciendo riqueza y no gastando lo que otros producen y arriesgando sus vidas por defender unas instituciones desgastadas, desacreditadas y costosas. El Ejército volvería a ser lo que debe ser: un cuerpo para defender el país de una —cada día más improbable— guerra con nuestros vecinos. Y si se considera que mantener el número de sus efectivos es una estrategia contra el desempleo, que por lo menos manejen tractores en vez de armas, que cuiden parques nacionales, que construyan carreteras. Lo mismo deberán hacer los guerrilleros: trabajar. Por esa razón serán tan útiles a la democracia y a la economía las zonas de reserva campesina. A los guerrilleros esta vez no se les puede ofrecer motos, plata y becas, porque sería obligarlos a la delincuencia para darlos de baja poquito a poquito. Ellos son en su gran mayoría campesinos armados que, sin armas, serían civiles tal como lo es hoy el general Bedoya; desarmados, deben volver a trabajar en lo que saben hacer.

La extrema derecha ataca las ZRC porque intuye que son una solución pacífica que debilitará los conflictos agrarios y por tanto sus jugosos negocios. Uribe, Zuluaga, Bedoya saben que dando a los campesinos una quinta parte de la tierra que tienen los terratenientes para crear las zonas campesinas se alcanzaría por fin la paz, pero Pepe Lafaurie —que algo debe conocer del infierno, casado con la señora Cabal— se opone a terminar la guerra.

Nota. Tener un celular con Claro es pagar cuatro veces una sola llamada. La primera siempre es rechazada, la segunda queda en blanco y la tercera se cae. A veces, al cuarto intento lo que logra uno es comunicarse con las centrales de inteligencia. Una belleza de negocio el del señor Slim.
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