Que el presidente Santos se reúna con sus pares en Cartagena para hablar del Pacífico es algo que va más allá de la geografía.
Por: Nicolás Rodriguez
En tanto que metáfora de liderazgo, ciertamente es de admirar. También dijo, en buen cachaco heteronormativo, que la alianza con Chile, México y Perú es “la niña bonita y cotizada del barrio”. Otro punto para sus asesores.
Entre tanto, en Buenaventura, miles de personas salieron a las calles con pañuelos blancos, pancartas y un féretro cargado en su mayoría por mujeres. ¿Niñas lindas? No. Mujeres a las que les torturan, desaparecen y asesinan hijos y esposos. La idea general era enterrar “la violencia”, ya que el tiempo pasa, el silencio gobierna y nadie pone la cara.
“La violencia”, entonces, como personaje central. Esa fuerza desconocida, sin nombres propios ni historia, que lo condensa todo. O también: la violencia como marea, que va y viene, para usar las palabras de monseñor Héctor Epalza (“hemos tenido fuertes oleadas de violencia”).
¿Que las marchas no sirven para nada, como tantas veces se ha dicho desde el cinismo? Puede ser. Sin embargo, con ésta los medios se vieron en la obligación de buscar etiquetas para eso que se entierra. Desempolvaron lo de los ‘paras’, ‘neoparas’ o ‘bacrim’ y comprobaron que el libreto del posconflicto tiene sus anexos.
¿Que qué ganan estas personas con la cacareada Alianza del Pacífico? Ya lo dijo el presidente de México, Peña Nieto: ahora cualquier ciudadano puede disfrutar del panorama turístico, en la región ya no hay crisis económicas recurrentes y la inestabilidad política desapareció. Y por supuesto: tiene toda la razón. Si es que es más: el Pacífico que no queda en el Caribe ni siquiera sale en los mapamundis del palacio presidencial.
¿Que qué más nos une? ¿El narcotráfico? De ese sí se habló en otra importante reunión en Cartagena, claro, pero en los noventa y para sentar las bases del prohibicionismo continental.
Que el presidente Santos se reúna con sus pares en Cartagena para hablar del Pacífico es algo que va más allá de la geografía.
Por: Nicolás Rodriguez
En tanto que metáfora de liderazgo, ciertamente es de admirar. También dijo, en buen cachaco heteronormativo, que la alianza con Chile, México y Perú es “la niña bonita y cotizada del barrio”. Otro punto para sus asesores.
Entre tanto, en Buenaventura, miles de personas salieron a las calles con pañuelos blancos, pancartas y un féretro cargado en su mayoría por mujeres. ¿Niñas lindas? No. Mujeres a las que les torturan, desaparecen y asesinan hijos y esposos. La idea general era enterrar “la violencia”, ya que el tiempo pasa, el silencio gobierna y nadie pone la cara.
“La violencia”, entonces, como personaje central. Esa fuerza desconocida, sin nombres propios ni historia, que lo condensa todo. O también: la violencia como marea, que va y viene, para usar las palabras de monseñor Héctor Epalza (“hemos tenido fuertes oleadas de violencia”).
¿Que las marchas no sirven para nada, como tantas veces se ha dicho desde el cinismo? Puede ser. Sin embargo, con ésta los medios se vieron en la obligación de buscar etiquetas para eso que se entierra. Desempolvaron lo de los ‘paras’, ‘neoparas’ o ‘bacrim’ y comprobaron que el libreto del posconflicto tiene sus anexos.
¿Que qué ganan estas personas con la cacareada Alianza del Pacífico? Ya lo dijo el presidente de México, Peña Nieto: ahora cualquier ciudadano puede disfrutar del panorama turístico, en la región ya no hay crisis económicas recurrentes y la inestabilidad política desapareció. Y por supuesto: tiene toda la razón. Si es que es más: el Pacífico que no queda en el Caribe ni siquiera sale en los mapamundis del palacio presidencial.
¿Que qué más nos une? ¿El narcotráfico? De ese sí se habló en otra importante reunión en Cartagena, claro, pero en los noventa y para sentar las bases del prohibicionismo continental.
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