Si de indirgnarse se trata, nada como la actitud vergonzante con la que el gobierno Santos y su canciller esperan de los Estados Unidos algún guiño de aceptación frente a sus negociaciones de paz.
Por: Nicolás Rodriguez
Quien mejor lo sintetizó fue la revista Semana en esas especies de pequeños editoriales cachacos y dictados desde el cómodo sofá republicano que son algunos de sus Confidenciales: “Bien recibido”, titularon la notica en la que con complejo de inferioridad se dice que “en la visita del presidente Juan Manuel Santos a Estados Unidos, ese gobierno le hizo un reconocimiento superior al que se les hace por lo general a los países latinoamericanos”.
Evidentemente el arribismo no nace con este gobierno ni es único de esa popular sección de la revista. En materia de relaciones con los gringos, batir la cola ha sido ascendido a instinto de supervivencia con la misma frecuencia con que el colombiano mencionado en un medio extranjero, cualquiera sea la razón de su cuarto de hora, abre sección los días de la semana en que Julito amanece con ganas de repetir el nombre de las capitales.
Tanto se nos ha acostumbrado a este tipo de mendicante relación con el mundo, que cuando se da un interés real en lo que algunos llaman “asuntos internos”, de parte de nuestra diplomacia lo único que surge es un ladrido cifrado en términos de anacrónica y oportunista defensa de las fronteras. Al estar en desacuerdo con las apreciaciones del embajador estadounidense en el caso Petro y lo que supuestamente su destitución podría hacerle al proceso de paz, la Cancillería no debate abiertamente sus objeciones, sino que se hace la molesta.
En adelante, apenas si habrá una filtración a la revista Semana que permita que en un futuro Confidencial nos enteremos de lo mucho que le gustaron al embajador las galleticas de café —las mejores del mundo, dirá Julito— que se le enviaron en señal de desagravio. Probablemente seguida de un Confidencial II.
Nicolás Rodríguez*
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