Lilia Solano, directora del Observatorio
de Derechos Humanos, Paz y Conflicto Alfredo Correa de Andréis de la
Universidad Distrital e integrante del movimiento de Colombianos y
Colombianas por la paz, comenta sobre los avances del proceso de paz, la
fuerza de la protesta social en Colombia, la candidatura del
expresidente Uribe al Senado y el pulso entre los sectores sociales y
los auspiciadores de la guerra en Colombia.
Andrés Gómez: –Hablando de los diálogos en La Habana, ¿cuáles considera que son los avances del proceso de paz?
Lilia Solano: –La gente
se encuentra con la imagen de un diálogo de paz y asume el derecho que
tiene de hablar de paz. Como los sectores sociales también necesitan
mesas de negociación, sale entonces el campesinado a las calles, así
como los estudiantes, los maestros, diversos sectores. Creo que, en
efecto, las protestas han estado en consonancia con lo que pasa en La
Habana, sobre todo al discutir temas como la lucha por la tierra y la
participación política, o cuando pone sobre el tapete ese enorme
cuestionamiento que hay en Colombia sobre los Tratados de Libre Comercio
(TLC).
La gente dijo: ¡nos empobrecieron!
¡arrasaron con el campo! Y obviamente también ocurre esto con las
ciudades. Más allá de que hayan unos puntos para discutir, el sujeto que
había estado aplastado, reprimido, que ha sido apaleado, se levanta
nuevamente en rebeldía y dice: ‘no somos víctimas, somos luchadores,
somo sujetos políticos’. Un pueblo que fue aplastado se muestra y todo
esto ha sido potenciado a través de los diálogos de paz.
Creo también que uno de los avances es
que necesitábamos hace mucho tiempo un espacio en el que, así sea desde
el lenguaje, se permitiera el diálogo sobre la paz. Tuvimos ocho años
con Uribe y la llamada ‘seguridad democrática’, lo que significó un
arrasamiento del liderazgo de los movimientos sociales, persecución y
asesinatos. Fueron ocho años muy difíciles. No es que los anteriores
hayan sido fáciles, pero como nunca antes se materializó el acuerdo
entre narcos y paramilitares, como ellos mismos lo han dicho, para
elegir a un vocero político, para elegir a Uribe. Luego hicimos ese
tránsito a lo que Santos llama la ‘prosperidad democrática’, que retoma
muchas cosas de la ‘seguridad democrática’ y le añade el tema de los
TLC. Pero la prosperidad democrática no es realmente la prosperidad para
el pueblo colombiano sino para las grandes multinacionales y los
megaproyectos.
AG: –¿Qué opinión tiene de las protestas de los últimos meses y del manejo que les ha dado el presidente Santos?
LS: –Lo que ha sucedido
en Colombia en estos meses es algo sin precedentes. Han protestado
estudiantes, el sector de la salud, transportistas, trabajadores del
calzado, madres comunitarias… y nadie podría decir que ellas están
infiltradas por la guerrilla… Pero todos los sectores que salieron
recibieron lo tradicional: represión y excesos de la Fuerza Pública.
Tenemos 16 muertos, miles de heridos, literalmente, mutilados y más de
110 personas en la cárcel ya judicializadas.
Antes decían que las protestas estaban
‘infiltradas por la guerrilla’ y Santos luego se dio cuenta de que si
decía eso sobre una situación nacional de estas dimensiones le daría a
la guerrilla el reconocimiento de poder levantar al país. Desmontó la
estrategia de ‘infiltrados por la guerrilla’ y abrió estas mesas de
negociación.
Entonces, la primera respuesta fue la
represión, el desconocimiento, la estigmatización, y luego vino la
estrategia típica de convocar a una mesa para conversar con los líderes.
Ésta es una estrategia para ganar tiempo porque los líderes se han
levantado al no avanzar las mesas. Es simple: se convoca a los líderes y
a las comunidades para que pongan, como siempre, propuestas en la mesa y
luego no hay resultados.
Además, algunos voceros del gobierno han
dicho que en muchas de las cosas no pueden convenir: en términos de la
tierra y del territorio, mucha de ésta ya está repartida o siendo
vendida a multinacionales, y en otros temas el presupuesto, como en
otras oportunidades, no alcanza porque está siendo invertido para la
guerra.
Santos tiene un lenguaje para la paz y
da las garantías para la impunidad y para la guerra. Sin embargo, el
aplastamiento y la represión también ha madurado a las personas en los
temas de fondo y por eso hay esta discusión sobre el modelo económico.
Es increíble que todo un pueblo se levante y diga que el TLC nos ha
traído pobreza, y tenemos TLC con EE.UU., Noruega, la Unión Europea,
Corea. No hay garantías para los locales de competir con los leones del
libre comercio, entonces, la gente sale a exigir un modelo para la vida,
para el desarrollo, para la salud y creo que es imparable.
AG: –Santos dijo que el
modelo económico del país no se trataría en las mesas de negociación en
La Habana. ¿Será que a través de las mesas de negociación con los
sectores en protesta se lograría impactar el avance de las
transnacionales y los TLC?
LS: –Esto de los TLC y
del modelo económico, los avances del gran capital, son los compromisos
fundamentales que ha hecho el presidente Santos. En gran medida, uno de
los énfasis que tiene el poder para facilitar una mesa de diálogo es que
se requiere que el país entero esté libre de molestias para que el gran
capital pueda correr sin ninguna restricción.
Es muy difícil que estos sectores vayan a
hacer un desmonte del modelo económico o que, por lo menos, haya una
economía para la vida. Al contrario, hay presiones para que todo siga
igual. Sin embargo, la gente, en su diferentes formas de abordar el
análisis del modelo económico, lo ha hecho de forma contundente y no
sólo en los discursos, que son muy cualificados y demuestran que la
gente tiene claro qué significa este modelo económico.
Por eso, desde el poder económico,
político y desde los grandes medios hay una resistencia: tratan de
impedir que se abran camino estas protestas. Y ese gran capital elige
congresistas que se ponen al servicio de los intereses del modelo
económico, elige los gobiernos.
Creo que es posible que cambien las
cosas. El vecindario ha cambiado un poco y se puede garantizar que no se
repita lo que ha pasado respecto al exterminio de la oposición
política. Creo que hay mucho en juego si asesinan, pero se les hace más
difícil legitimarlo, aunque lo siguen haciendo. Pero hay la oportunidad:
las luchas campesinas están conectadas a nivel mundial, al igual que
las luchas indígenas, de mujeres, de estudiantes. Ahí está la esperanza,
desde el poder no hay espacio.
AG: –Hay una opinión
consensuada en las organizaciones sociales y defensoras de derechos
humanos de que si las personas que financiaron el paramilitarismo no son
llevadas a la justicia el país no va a cambiar. ¿Que opinión le merece
esta observación en relación a las investigaciones a altos militares,
senadores e inclusive al hermano del expresidente Uribe y a él mismo?
LS: –A pesar de los
tremendos esfuerzos que han hecho, sobre todo, sectores de víctimas para
que se hagan estas investigaciones, lo cierto es que lejos de un
desmonte del paramilitarismo lo que ha habido es una reingeniería, una
forma de reinventarse para seguir controlando los poderes del Estado.
En el Congreso podemos calcular un 30%
de congresistas que fueron elegidos gracias a sus nexos con el
paramilitarismo y el narcotráfico. A pesar de que que en las cárceles
hay condenados, procesados, investigados [por relaciones con el
paramilitarismo], desde Turbay para acá todos los presidentes se eligen
con la plata del narcotráfico. Entonces, es una cosa de raíz que ha
penetrado muy profundamente.
El hecho de que el mismo expresidente
Uribe sea cabeza de lista al Senado, con una fuerza política que
pretende tener una gran bancada para legislar, es un campanazo: eso es
lo que tanto soñó Pablo Escobar, tener ese acceso al Poder Legislativo.
Uribe ahora lo tiene.
El expresidente Uribe no sólo está
investigado, no. Hay pruebas, inclusive, [de su participación en] una de
las masacres históricas, la del Aro: el paramilitar que estuvo preso
señaló a Uribe como el que le suministró las órdenes para esta masacre y
luego, en la segunda instancia, lo confirmó. Claro, luego lo
asesinaron. Hoy Uribe representa los nexos con el paramilitarismo y el
narcotráfico, y nuevamente encabeza una fuerza que va a presentar lista
al Senado y a la Cámara, y con toda seguridad con todos los sectores que
lo apoyan va a llegar a legislar. El gran sueño de Pablo Escobar lo
encarna Uribe y lo lleva más allá, porque pretende, a nombre de la
seguridad, ponerle un palo a la rueda de la paz.
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