Por: Ramiro Bejarano Guzmán
Lo dicho hace unos días en esta misma columna se confirma. El papa Francisco no es diferente a Ratzinger, ni a Juan Pablo II, ni a ninguno otro, salvo en una cosa: tiene magnífica prensa y ha sabido aprovecharla mostrándose como un humilde pastor que besuquea a cuanto niño le encaraman.
Bastó
una entrevista publicada en El País de Madrid concedida a los
periodistas que viajaron con él de regreso a Roma, desde el Brasil, para
que quedara al descubierto que detrás de ese papa que hoy tiene
encantado al mundo católico, vive un sacerdote común y corriente que
comparte y alimenta los vetos de sus intolerantes antecesores.
Empezando
por las urgentes reformas que el papado tiene que introducir en el
cuestionado Banco Vaticano, por donde han deambulado dineros de la
corruptela política y vaticana, y la mafia siciliana; el papa Francisco
se mostró tan errático como desganado. Por ejemplo, a la pregunta sobre
el papel del cuestionado monseñor Battista Ricca, nombrado para
controlar el Banco Vaticano, envuelto hoy en escándalos sexuales, el
papa sólo atinó a responder como un político en trance de tapar la
podredumbre: “he ordenado una investigación previa que no se corresponde
con lo que se ha publicado, porque no hemos encontrado nada”. ¡Vaya
investigación!, no ha terminado y ya el reo está absuelto por la
infalibilidad del sucesor de Pedro.
No
hay duda, en vez de preocuparse por impulsar los correctivos necesarios
para evacuar la corrupción de las finanzas vaticanas, el papa confesó
que “la parte económica pensaba tratarla el año que viene, porque no es
lo más importante que hay que tocar”. Por eso a regañadientes admitió
designar una comisión a la que no ha sabido darle una instrucción
precisa de cómo resolver tan apremiante asunto. Es obvio que la cautela
con las oscuras riquezas del Banco Vaticano (IOR) no incomodan al
pontífice que se autoproclama como el representante de los pobres.
Requerido
el papa con fama de progresista para que se pronunciara sobre el aborto
y el matrimonio entre personas del mismo sexo, respondió en tono amable
ratificando el oscurantismo de siempre: “La iglesia se ha expresado ya
perfectamente sobre eso, no era necesario volver sobre el tema”. Pero
como fuera requerido para que contestara cuál era su postura sobre estos
espinosos temas, al sentirse acorralado no tuvo más remedio que
responder: “La de la iglesia, soy hijo de la iglesia”. Es decir, no hay
nada nuevo en la capilla Sixtina, más de lo mismo, pero mejor
maquillado. Pero tan desalentadora respuesta fue presentada por los
medios de otra manera, para que pareciera tolerante el papa que no lo es
ni lo será. En efecto, los titulares de prensa dijeron que el simpático
Francisco había dicho “quién soy yo para criticar a los gays”, cuando
en verdad lo que anunció es que durante su reinado no habrá esperanza
alguna para esas minorías excluidas de la iglesia. Por el contrario,
expresó su molestia con lo que denominó el “lobby gay”.
Y
ante la pregunta sobre cómo debe ser la participación de las mujeres en
la iglesia y su ordenación, también Francisco dio vueltas para terminar
diciendo: “En cuanto a la ordenación de las mujeres, la iglesia ha
hablado y dice no. Esa puerta está cerrada”. No hay posibilidad de que
la supuesta humildad de este papa argentino, se conmueva ante las
súplicas de esas mujeres que reclaman su derecho a ordenarse y tener una
participación diferente en la iglesia del tercer milenio.
Mejor
dicho, tenemos un papa mediático, que lo quieren convertir en
progresista, cuando no es más que otro de los mismos con las mismas.
Adenda.
Bien que la jueza Carmen Alicia Gualteros, que dejó en libertad al
joven conductor borracho que mató dos mujeres, no se haya dejado imponer
el libreto histérico de las salas de redacción de noticieros y
periódicos que pedían cárcel. Y que lamentable que el indelicado
presidente del Consejo de la Judicatura, Wilson Ruiz, en vez de haber
respaldado a la funcionaria, la hubiere crucificado para darle
contentillo a la galería.
notasdebuhardilla@hotmail.com
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Ramiro Bejarano Guzmán | Elespectador.com
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