Por: Cecilia Orozco Tascón
Amedrenta, intimida, amenaza y, por último, mata al que no
Presuntamente la banda de los Rastrojos es la autora de un comunicado en que se declara “objetivos militares” —vuelve y juega el terminacho— a los integrantes del Polo, de Marcha Patriótica, de los sindicatos y de organizaciones civiles. “Regresaremos a las actuaciones del pasado sin piedad ni temor alguno, nuestras investigaciones (sic) nos permiten dar por última vez este ultimátum a los cómplices de la guerrilla del pasado y del presente” es la frase reina del mensaje que descubre lo dicho: son los de antes. Reveladora es, igualmente, la afirmación en la que se les “exige” a esos partidos “dejar de lado el lavado de cerebro subversivo en favor de los narcoterroristas... con el supuesto pregonar de defender los derechos laborales de la clase trabajadora” y suspender “el levantamiento de cualquier actividad de alteración del orden social como paros o manifestaciones”. Mencionan por su nombre a varios dirigentes del Polo, entre otros al senador Robledo, a quien, para desgracia del presidente Santos, éste y su ministro del Interior acaban de vincular con la violencia que se presentó en los paros. Ahora el Estado deberá protegerlo más que nunca, no sea que después le achaquen culpas.
Pero hay tiros que salen por la culata. Anda circulando por internet el texto de un desquiciado que no merecería la atención de nadie, pero que resulta tan oprobioso, injurioso y calumnioso que debería ser investigado penalmente. Allí se acusa al propio jefe de Estado, al que califica de “camarada”, de ser, atérrense, ¡“militante castrocomunista...” que responde al “alias de Santiago” y quien fue preparado como agente de la causa cubana en “sus clases de comunismo avanzado por el padre Francis en el Colegio San Carlos”! De ahí para adelante, lo que les cuente es poco: García Márquez, Luis Carlos Galán, Enrique Santos, Orlando Fals Borda, Daniel Samper, su hermano Ernesto, Antonio Caballero, muchos más, y hasta el pobre embajador Germán Cardona, fueron señalados de ser “agentes del comunismo internacional”. Hay tanta porquería en ese escrito que, la verdad, dan ganas de bañarse con agua purificadora después de leerlo. Si la firma que aparece al final coincide con la persona que así se llama, algunos hombres públicos tendrán la obligación de manifestar su desacuerdo con ese individuo. Álvaro Uribe y el exministro Fernando Londoño, nombrados allí, en contraste, con tanto respeto, tienen que rechazar las expresiones del orate. Es su deber de ciudadanos.
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Cecilia Orozco Tascón | Elespectador.com
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