Por: Mario Morales
El presidente Santos pudo poner de acuerdo al país... en contra suya. Campesinos, movimientos, expresidentes, opositores y ahora hasta el alcalde Petro se pelean por ser sus nuevos mejores enemigos.
En el entretanto logró, por desidia, prepotencia y falta de liderazgo, casar tantas peleas que el expresidente Uribe parece peso mosca a su lado. Y no tiene en su equipo el gallito que lo respalde. La canciller muestra el cobre, el minagricultura se arrepiente de renunciar y el mininterior... Difícil hablar de él por ausencia de material.
Sin respeto por el conducto regular, ansioso de protagonismo, el séquito santista brilla por su mediocridad. Con razón se escuchan los cacerolazos, ese invento brasileño y chileno en los 60 y 70, reeditado por los argentinos en los 80, masificado por los venezolanos en los 90, y con un asomo en Colombia cuando las “señoras bien” pidieron la renuncia de Samper durante el proceso 8.000.
Esos cacerolazos, en por lo menos siete ciudades , no son sólo apoyo a las justas peticiones campesinas, víctimas del trato displicente del Gobierno y de la brutal represión, que incluye, según la Flip, a 23 periodistas en 13 casos documentados, 10, presuntamente, con origen policial o del Esmad…
Son también señal del cansancio por falta de gobernabilidad, de impotencia por la suma de problemas y de descontento creciente por el naufragio socioeconómico en medio de sermones de prosperidad.
Si no se apura Santos, los cacerolazos de junio, por la salud, y de julio en Tibú, por la problemática social, se extenderán, como lo anuncian madres comunitarias y estudiantes el jueves y maestros el 10 de septiembre.
A menos que quiera ampliar el lema de Barco cuando era alcalde, el de tener un país en marcha...
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