Por: Alfredo Molano Bravo.
A MEDIDA QUE LA OPINIÓN PÚBLICA va conociendo poco a poco los desastrosos efectos de algunas actividades como la explotación de petróleo, carbón y de oro, la producción de biodiésel, la construcción de hidroeléctricas, la publicidad sobre sus beneficios aumenta y la pauta crece.
Después vendrán las encuestas de opinión a fabricar cifras y resultados, y las empresas a cobrar dividendos en las bolsas de Nueva York o Tokio. Se borran los enormes huecos que abren las monstruosas máquinas en La Jagua de Ibirico; los pueblos desplazados —Palmarito, Tabaco— en el Cerrejón para sacar más y más carbón quedan borrados; los campesinos, perseguidos, ignorados y “erradicados” para construir presas como las de Sogamoso, Ituango, El Quimbo, no existen; los indígenas sikuanis, humillados y aislados, para poder abrir trochas y pasar tubos y tubos, desaparecen. Los colonos del Catatumbo asesinados por el Iguano en sus tierras donde hoy crece la palma y pasan los camiones cargados de corozo que yacen a la orilla de las carreteras. Nadie nombra a los negros de Suárez, del río Naya, del río Telembí, muertos en los barrancos que abren las retroexcavadoras manejadas por gentes de Amalfi o de Caucasia. Ni qué decir de las escuelas bombardeadas en Las Julias, o de las trincheras construidas en escuelas de Plato por la Policía, o de las bombas que tumban en 30 segundos tres hectáreas de selva para matar a un guerrillero o a un colono. Las bombas matan, no preguntan.
Las empresas que acogió Uribe con la seguridad democrática, a las que dio licencia para hacer y deshacer, para sacar y llevar, y todas las que a ellas están asociadas, han venido montando una estructura —como dicen— de publicidad y propaganda respaldada por otra refinada estructura de “responsabilidad social empresarial” que hace ver verde a lo negro, blanco a lo rojo, azul a lo amarillo, y que es capaz de hacer sonreír a un niño huérfano para tomarle la fotografía que aparecerá en sus folletos y videos institucionales. Empresas que con la pauta amordazan columnas, falsifican informaciones y hacen ver paraísos donde sólo existen despojo, crímenes, llanto y sangre. Estamos asistiendo a la construcción de un país bipolar, esquizofrénico, de dos lados, de dos miradas, una de las cuales impone su mundo, sus intereses y su gobierno sobre la otra.
Punto aparte. Con el cuento del cambio de sistema digital para los celulares, Claro está cada día peor. Hacer una llamada cuesta lo que tres o cuatro llamadas, que naturalmente cobran; si se logra la comunicación, no dura y hay que volver a marcar. Sin duda, se trata de una estrategia para aburrirnos con el sistema actual y obligarnos a cambiar de celular al costo que las multinacionales de comunicación le impongan al Gobierno.
Alfredo Molano Bravo | Elespectador.com
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