La puñetera guerra civil que vive la izquierda colombiana podría estar inspirada en el cuento de Céspedes. Una lucha sin cuartel, por menudencias. El matarife selecciona las jugosas piezas de carne y lanza al suelo las tiras de pellejo y sebo para que las disputen los cuatro gatos flacos de toda la vida. Resignarse con las simples miserias y perder de vista la consecución del poder no puede ser la eterna ocupación de la izquierda política y social. Basta echarle una mirada al vecindario para comprobar que sólo ganando la Presidencia de la República y obteniendo la mayoría en el legislativo es posible transformar un país. Lo demás son cuentos de pájaros preñados.
Es una guerra de todos contra todos. Se batalla en infinidad de frentes. Dentro y fuera del Polo. En la alcaldía de Bogotá. En las lomas del Cauca. En las oficinas de las oenegés. En las plenarias de los partidos y organizaciones. En el trágico universo de las víctimas. En los asientos del capitolio. En el mundo académico. En los mentideros de los exiliados…en fin. Allí donde se juntan dos se abre automáticamente un frente de lucha interno.
Humberto de la Calle Lombana lo dejó claro entre los suyos. Los de este lado de la mesa – léase los partidos de gobierno - debemos estar juntos, clamó públicamente el jefe negociador del gobierno, luego de una ronda de conversaciones en La Habana. Y, pregunto, desde este lado de la mesa, es decir de los que queremos un país diferente al actual, hacía dónde tiramos. La respuesta es fácil. La sabe hasta el chimpancé de Kafka.
La izquierda colombiana ha vivido momentos trascendentales. Uno fue con Gaitán y, según los textos escolares, lo resolvió Juan Roa Sierra con un revolver. Otro fue la Constituyente de 1991 que proporcionó una pequeña cuota a los indígenas y afrodescendientes y el resto quedó medio crudo. Estimulado por las conversaciones de paz, la izquierda y los movimientos sociales son testigos de una tercera oportunidad. Por estos días la gente de la izquierda está poseída por un benéfico estado febril que bien aprovechado puede cambiar el rumbo del país. Sólo juntos se puede conseguir.
No nos representan. Es un estribillo que nació en el kilómetro cero de Madrid: la plaza del Sol. La patente la tiene el movimiento 15-M pero la franquicia llegó a todas los rincones del planeta. En Colombia, esa matraca es el argumento empleado por la inmensa mayoría de organizaciones sociales y de izquierda para mirarse el ombligo y creerse el cuento de que la Historia les tiene un lugar reservado. Organizaciones como las indigenistas dicen que no se sienten representados en los diálogos de La Habana. El Polo dice que no sale a marchar por la paz porque no se sienten representados. El exmagistrado Araujo Rentería expone sus argumentos y se va de la Marcha Patriótica. Las víctimas dicen no estar representados por ciertas oenegés que hablan en su nombre. Organizaciones viejas y nuevas se niegan a participar en los foros acordados por el gobierno y las FARC EP con el argumento de que ese tipo de eventos no los representan. Luchas estériles. Una perdedera de tiempo.
En cambio muchos nos sentimos representados por cualquier persona, partido, oenegé, plataforma u organización que desde el lugar que quiera haga algo por seis temas en los que difícilmente se puede estar en contra si se piensa desde la izquierda. Soberanía nacional. Defender el patrimonio público. Luchar por las libertades y las garantías ciudadanas. Atacar la corrupción. Derechos y espacios para las minorías. Paz y reconciliación. Seis ideas para juntar a izquierdistas y progresistas. Acuerdo para llegar al poder. Ahora, cada combo, puede seguir en lo suyo. Royendo su hueso. Lo uno no se contrapone con lo otro. Pero la idea básica es el poder. Lo demás no sirve sino para hacer bulla y envejecer.
Estas seis razones son las que nos lleva a sentirnos representados, entre muchos y muchas, por el senador Robledo cuando reclama en favor de los pequeños y medianos productores. Por el constitucionalismo democrático del exmagistrado Araujo. Por el coraje de Piedad Córdoba y su andadura humanitaria. Por los líderes indígenas que han dado la pelea por sus pueblos. Por Iván Cepeda que lucha contra la impunidad. Por el alcalde Petro cuando defiende lo público. Por los escritos de Alfredo Molano. Por los labriegos del Valle del río Cimitarra que recuperan la economía campesina. Por el esfuerzo de Lozano y sus camaradas para que el periódico Voz no perezca. Por las Madres de Soacha que claman por sus criaturas. Por la valerosa actuación del exministro Parmenio Cuellar para desmontar la arbitraria Justicia sin Rostro. Por las chicas y los chicos de la MANE. Por la gente de la Marcha Patriótica. Por los activistas del Congreso de los Pueblos…y un largo etcétera.
Y esto sin contar con el tema de las FARC EP y del ELN. Un asunto que está pendiente. Ahora están en armas pero puede que dentro de un tiempo sólo queden con las meras ideas. Así ha sucedido con los grupos guerrilleros que han llegado a un acuerdo de paz. Unas ideas que, tal como las vienen exponiendo a través de sus voceros, representan también al imaginario de la izquierda. Esperemos que todo salga bien. Qué el país gane en paz y reconciliación y la izquierda gane nuevos aires. Ojalá que los liderazgos lo entiendan y no sea esto un motivo más para empezar otra guerra civil en el territorio de la izquierda.
En Expediente del Atentado, Álvaro Uribe – es otro -, dice que todas las personas a lo largo de una vida son capaces de alzarse al menos una vez hasta el heroísmo y de rebajarse al menos otra hasta la abyección. Es más saludable una izquierda colombiana que no necesite de gente que haga lo uno y menos lo otro. Es ridículo hacer de héroe por estos tiempos y más aún de andar de lambón. Acciones sencillas con gente sencilla.
* Tomado de Semana/Tomado de APR
Publicar un comentario