Libros de autoayuda, medicamentos, moda y tecnología son parte de las estrategias del mercado que promueven la capacidad individual de salir adelante y transformar la vida en un objeto de consumo.
Los cambios producidos por la globalización han dado paso a una sociedad de control y, poco a poco, dejan atrás a una sociedad disciplinaria. Esto significa que los procesos de regulación no se efectúan solo a través de instituciones (como la escuela o las prisiones) sino también por la capacidad del propio individuo de transformar su existencia y resolver sus problemas de forma autónoma.
“Paralelo a este hecho, por primera vez en la historia se empieza a aceptar el lugar crucial de las emociones y los sentimientos en la vida de las personas, lo cual despierta una sensibilidad exacerbada que se manifiesta en los medios de comunicación, en la industria editorial e, incluso, en procesos educativos distintos que enfatizan el reconocimiento individual”, expresa el profesor Carlos Yáñez Canal, autor de una investigación que explora este nuevo panorama humano.
Las sociedades de control neoliberales se orientan a preparar al individuo para un mundo de consumo que explota la reivindicación de la emocionalidad bajo el ‘encanto’ del marketing, reduciendo el deseo a un mundo de emociones comercializadas.
“Entonces surgen las paradojas: mientras se exacerba la sensibilidad y se desata una euforia mercantilizada de las emociones, al mismo tiempo se pide autocontrol al individuo porque su hiperestesia (una sensación exagerada de los estímulos táctiles) puede generar un estado de ansiedad que se debe controlar, para lo cual puede encontrar sosiego en las múltiples ofertas del mercado”, afirma el profesor Yáñez.
Agrega que es una especie de sociedad esquizofrénica, en la que el individuo no consigue definirse, y en el marco de las políticas neoliberales se le ofrece un mundo con una oferta comercial donde, aparentemente, tiene la capacidad de elegir. Pero el sistema de control llega a tal punto que la tecnología es la que conduce a la persona, haciéndola creer en una idea de libertad que calma su ansiedad y lo hace sentirse ‘a salvo’.
“Para aliviar estas alteraciones emocionales, están en auge espacios que protegen la salud metal. Por ejemplo, a través de la industria editorial se ofrecen textos de autoayuda que involucran ciertas formas de psicoanálisis, donde se venden fórmulas para que el mismo individuo resuelva sus problemas. Por otro lado, se establecen estrategias de control con químicos o gotas tranquilizantes, mucho más sutiles que el electroshock del pasado”, indica el investigador.
Este contexto de esquizofrenia va generando su contrario: un mundo de depresión. Esta es una problemática de salud mental en el nuevo siglo, que se masifica en las generaciones actuales tras la dificultad para hallar referentes reales y naufragar en un mar de falacias: súper estrellas e ídolos de barro que propone la globalización.
(Por:Fin/AMEJ/CAPG/nics/fgd)
N° 911
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