Por: Tatiana Acevedo, El Espectador.
Había una vez una cabra que tenía siete hijos. Un día, mientras la cabra no está, el lobo feroz engaña a los cabritos y engulle a seis de ellos.
Esta, la del lobo y los siete cabritos, es la historia favorita de Juan, el niño de ocho años que protagoniza Los agujeros negros, un cuento escrito por Yolanda Reyes. El cuento está inspirado en la posible vida de Iván, el hijo de Mario Calderón y Elsa Alvarado, investigadores del Cinep asesinados en mayo de 1997. Por el crimen, al cual sobrevivieron el niño y su abuela, hay sólo un condenado como autor material. Otros posibles autores fueron asesinados. H.H. afirma que Carlos Castaño ordenó el crimen, con participación de miembros de la Fuerza Pública.
En días en que se nos explica nuestro pasado reciente en términos de maldad y bondad. En que damos a ciertos actores cualidades sobrenaturales o animales (caínes, monstruos, patrones del mal, arañas del demonio), este cuento para niños sobresale por su honestidad. No cae en la tentación de buscar al lobo feroz, de deshumanizarlo, enunciando soluciones fáciles de mala película de acción. Así esto nos deje, al llegar a las páginas finales, con una suerte de desasosiego.
“—¿Quiénes eran los malos, abuela? —No sé —dijo—. No es nada fácil. No es como en los cuentos. No creo que puedas entenderlo por ahora. —Tal vez sí. Ya no soy un bebé. —Yo soy muy vieja y todavía no lo entiendo”.
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