Seminario “Planeta Tierra: Movimientos Antisistémicos”
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Palabras de Pablo González Casanova enunciadas en el seminario “Planeta Tierra: Movimientos Antisistémicos” en el Cideci, Chiapas, México, el 1 de enero de 2013. |
“La posibilidad de crear esta organización mundial en defensa del territorio constituiría la posibilidad de enfrentar una política que tiende a irse a la extrema derecha del capital corporativo y de los complejos empresariales, militares, mediáticos y políticos”.
En primer lugar, propongo que enviemos
un mensaje de solidaridad al extraordinario documento que es el
comunicado que publicó el 30 de diciembre el Comité Clandestino
Revolucionario Indígena y la Comandancia del Ejército Zapatista de
Liberación Nacional (EZLN). Es un comunicado de una enorme importancia.
Estaba pensando en cómo se vincula a los
cambios que ha habido en este tipo de encuentros en varios sentidos:
particularmente, en el énfasis que se está poniendo en la categoría del
capitalismo corporativo, que nos permite un análisis mucho más profundo y
preciso que la categoría del poder, desvinculada del poder del gran
capital y su articulación con ese complejo empresarial, militar,
político y mediático, que maneja un proceso mundial llamado
globalización.
En segundo lugar, quiero decir que he
aprendido mucho oyendo las reflexiones de los compañeros, producto de la
memoria de sus luchas, de la práctica de sus teorías y del encuentro
con las que vienen de los movimientos de liberación y emancipación de
otros mundos, en particular del mundo occidental, pero también de África
y Asia, particularmente de las que vienen de los años sesenta y
setenta. Es muy interesante ver cómo se ha enriquecido y se ha precisado
el discurso de lo uno y lo diverso.
Tuve la oportunidad de preguntar a un
compañero tzotzil: “¿Cómo leyeron ustedes el comunicado?” Porque cada
uno de nosotros lo leyó e interpretó de una manera determinada. Lo que
me contestó es muy significativo para darse cuenta que uno lee de una
manera especial y otros leen tal vez con más riqueza de la que uno
halló.
Me dijo el hermano tzotzil: “No lo
leímos como si nos dijera ‘¿quién eres?’, sino ‘¿cómo te vas a ver en
este mundo de diferencias y que no es en todo diferente?’. Tenemos que
encontrarnos y que actuar juntos”.” Eso se relacionó con algo que yo vi
en el documento, que es el vínculo más estrecho con la organización
nacional de los pueblos indígenas, así como el intento de aumentar los
vínculos con los adherentes del movimiento zapatista y con otros
movimientos sociales de México y del mundo. Esto me permitió replantear
el problema del que les quiero hablar.
Ésta es la oportunidad para pensar y
organizar una inmensa red de colectivos en defensa del territorio, de la
Tierra (con t minúscula y con T mayúscula). Es una tarea fundamental si
pensamos en la otra política desde abajo y desde la izquierda, y si
pensamos en la dialéctica de las necesidades inmediatas, que muchas
veces de oponen a las grandes luchas de largo plazo -pero que la
organización de los pueblos más oprimidos, que aún conservan su
territorio y que ven cómo se los quitan de una u otra manera, constituye
una aportación a la vieja alternativa de reforma o revolución-.
Es una creación histórica nueva difícil
de entender, no sólo por el pensamiento conservador, sino por aquellos
que están acostumbrados a hacer política institucional, política al
estilo del siglo XX.
La posibilidad de crear esta
organización mundial en defensa del territorio constituiría la
posibilidad de enfrentar una política que tiende a irse a la extrema
derecha del capital corporativo y de los complejos empresariales,
militares, mediáticos y políticos. Es una política de recolonización del
mundo que usa dos elementos del poder, que son la propiedad y la
fuerza; el dominio y la soberanía.
Son dos formas en las que se ha metido
en los países y en el mundo, y en que ha transformado muchos intentos de
reforma al capitalismo o de revolución frente al capitalismo. Los ha
reestructurado de una manera tal que los ha destrozado y, al
destrozarlos, comete uno de los actos que debíamos ver como críticos del
sistema de dominación y acumulación capitalista: está destruyendo las
mediaciones que hizo en la postguerra, para no irme más lejos.
Estas mediaciones constituyeron
distintos proyectos, muchos de ellos originalmente deseosos de lograr el
socialismo y la democracia a través de reformas, con genuinos
luchadores que pensaban que por ese camino podían llegar; otros, que
planteaban la revolución al estilo del 48 en el siglo XIX, o como la
plantea Lenin, vinculando la lucha de los trabajadores con la lucha
contra el imperialismo y la toma del poder de los zares.
Estos últimos, dentro de los países
hegemónicos del mundo capitalista, constituyen partidos comunistas que
luchan en los parlamentos pero que, en esta gran crisis de las
mediaciones, no se distinguen ya de los reformistas, como ocurre también
con esos que vinieron del nacionalismo revolucionario y adoptaron
relaciones crecientes de dependencia en la propiedad y en el poder con
el capital corporativo.
Tenemos que darnos cuenta de que tres
grandes corrientes del pensamiento revolucionario, que querían lograr la
democracia y el socialismo mediante la revolución, han sido
prácticamente anuladas. Los vemos con una incapacidad ya no de hacer una
crítica o de organizarse para luchar contra el capitalismo corporativo,
sino que incluso sus programas, sus discursos y sus discusiones ya no
son siquiera contra el neoliberalismo. Algunas políticas elementales que
se les pide que firmen y sostengan, no las sostienen.
Ante esta gravísima crisis, surge un
nuevo movimiento que cambia la geometría política, y ésta ya no sólo
tiene centro, derecha e izquierda, sino abajo y arriba. Esto no es
cualquier cosa. La nueva geometría nos indica que hay una serie de
antiguos compañeros y hermanos que siguen luchando dentro de las normas,
bajo el tipo de ideas y discursos y luchas que fueron válidas y
significativas en un momento dado, y que han perdido su capacidad de
reflexión y de acción.
Ha llegado un momento en que lo que
llama el vocero del gran capital no negociable, que es la dictadura, se
está aplicando en todos los terrenos de una manera tal que está
provocando una crisis a la que podemos dar el nombre de crisis de
espectro amplio, como a las guerras de espectro amplio del Pentágono.
Esta crisis de espectro amplio incluye
mucho más que las crisis financieras y las económicas. No es una crisis
coyuntural que se vaya a resolver en uno o dos años, como dicen muchos
gobernantes -y constantemente se están equivocando porque siempre no se
resolvió-. Es una crisis que no es cíclica, de corta duración, ni es una
de larga duración; es una crisis del modo de dominación y acumulación
llamado capitalista, movido no por el mercado, sino por la maximización
de utilidades y la minimización de riesgos.
Éste es un problema de gran importancia
para las ciencias hegemónicas y para las tecnociencias y, desde luego,
para la llamada econometría, que son disciplinas dedicadas a maximizar
utilidades y a minimizar los riesgos del Capital y de las hazañas que
éste realiza en sus nuevas formas de depredación, de ocupación de
territorios y de violación del derecho internacional que había
establecido a raíz de la segunda guerra mundial.
Se está dando un fenómeno de crisis que
tampoco alcanzamos entender muy bien porque es casi como la crisis de
una era. Por una parte, en nuestra práctica de la teoría, no teníamos
los elementos para pensar -y el error fue gravísimo para muchos de
nosotros- que esfuerzos como los que realizaban Lenin y Mao iban a
acabar en el desastre en que han acabado, que el heroico pueblo de
Vietnam iba a terminar donde terminó.
Si nosotros vemos esta evolución con
sorpresa, nos damos cuenta de dos cosas: por un lado, que hay una nueva
forma de plantear los problemas y las alternativas, y que esta nueva
forma tiene como origen una región del mundo que está en el sureste
mexicano y que ocupan los antiguos pueblos mayas.
Ahí nació un proyecto universal que,
desde un principio, fue un proyecto que en la diversidad encontró la
unidad, que encontró que en la variedad inmensa del mundo hay ciertos
elementos que tenemos todos. Se planteó no como un proyecto para una
nueva política indianista o indigenista, sino como un proyecto de
emancipación humana y como un proyecto de transición pacífica en la
medida de lo posible, a partir de una política de la resistencia para
vivir, para defender la tierra, el agua, el bosque, la vida.
Según el último comunicado, este hecho
lo han logrado los compañeros y hermanos zapatistas, que nos dicen cómo
en su territorio los niños tienen escuela, los enfermos tienen hospital
y medicina, y todos tienen alimento. Allí no hubo el narcotráfico, la
inseguridad ni las matanzas que existen con la corrupción espantosa en
el resto del país y en el mundo. Hablamos de un nuevo proyecto con todas
las experiencias anteriores, que son muchas y en las cuales no sólo
están movimientos como el de Lenin o el de Mao, sino también otros, como
las guerrillas de los años sesenta y setenta.
Una segunda reflexión es que, al caer
todos estos proyectos y al deshacerse todos estos países -que llegaron a
ocupar una posición muy importante en la Tierra-, hay una pequeña isla
que tenía 7 millones de habitantes, y que está allí. Podemos pensar que
es un milagro o, si nos limitamos a un análisis político, tenemos que
preguntarnos qué hubo ahí que una pequeña isla sigue resistiendo a la
potencia imperialista más poderosa y agresiva del mundo.
Debe haber algo. Por más que le han
hecho la campaña más espantosa que hay, este “algo” es una mezcla de la
enorme cultura de la lucha por la independencia y de la lucha de clases,
pero de otra lucha de clases. La lucha contra la esclavitud de Toussant
L’Ouverture, en Haití, demostró, en medio de la tragedia, que el
esclavo que se libera en un país colonial no se libera porque siempre
vienen los ejércitos de los napoleones a acabar con el proyecto del
esclavo.
Esto nos plantea a otro nivel, ya no de
las comunidades de origen indígena de la primera conquista, sino de las
comunidades nacionales: el problema de combinar nuestras luchas por la
autonomía con nuestras luchas por la independencia. Todas ellas están
vinculadas.
En el caso de Cuba, la conjunción muy
seria y profunda de Marx y de Martí. Así como los zapatistas toman la
palabra y el concepto de dignidad como forma de enfrentarse a la
dictadura del poder, así los cubanos le dan a la moral un sentido
político de resistencia y lucha, de articulación, cooperación,
solidaridad, de fraternidad o de hermandad práctica que no se queda en
las palabras, no se queda en la moralina de la que hablaba Benedetti,
sino que es una realidad.
La gente que no tiene esta práctica de
la moral cree que todo esto son tonterías y que nada más estamos
hablando, pero ahí está una realidad que no podemos ignorar. Al abrirse
hacia la diversidad del mundo, como lo acaba de hacer el movimiento
zapatista, tenemos que plantear el problema de las resistencias frente a
la nueva ofensiva del gran Capital o del Capital corporativo y de los
complejos militares, empresariales, mediáticos y políticos.
En este momento vamos a confirmar que,
aparte de las características de recolonización del mundo que tiene el
capitalismo, su crisis es de la moneda, del salario, del crédito, del
modo de acumulación. Pero no queda allí; no quiero decir que haya otro
modo de acumulación, o que se repite lo que ocurrió en crisis
anteriores.
En crisis anteriores también había una
combinación de los modos de acumulación depredadora con los modos de
acumulación salarial. La depredación o la explotación de las colonias,
la ocupación de territorios, etcétera, se hizo desde antes. Ahora es
mucho más serio porque la contradicción entre el modo de dominación y
acumulación capitalista por la vía salarial y por las utilidades, por el
crédito, por las finanzas, etcétera, está en plena crisis y no puede
salir.
Aparte de esto, también está en crisis
el proyecto del imperialismo único o dominante que durante un tiempo
tuvo Estados Unidos, particularmente en los años ochenta. Estados Unidos
invirtió durante todo este tiempo mucho más que todos los países juntos
en armas y municiones. Este proyecto falló -lo ha analizado muchas
veces Wallerstein- y está en crisis.
Se están formando dos bloques, informes
todavía, pero manejados por aquello que Roosevelt temía mucho. Él dijo:
“Le temo más a los negocios organizados que al crimen organizado”, pero
se quedó corto, porque ahora se juntó el negocio organizado con el
crimen organizado.
Todo esto revela una crisis muy fuerte
que no sólo se da en Estados Unidos o Europa, sino en Rusia y en China,
cuya capacidad de producción es inmensa y la capacidad de destrucción es
fatal. En la teoría del Pentágono se habla desde hace mucho tiempo de
la destrucción mutua asegurada. Se ha dejado de hablar de eso no porque
sea ahora más lejano el peligro, sino porque ahora es mucho peor.
Las bombas nucleares y todos los
aparatos que sirven para este tipo de guerra son un negocio gigantesco, y
son el motor principal de la economía de estos países. Hace 50 años ya
había suficientes para acabar con el mundo pero han seguido
produciéndolas y mejorando los sistemas de lanzamiento. La capacidad
destructiva es extraordinaria.
Hay otra crisis, que es gravísima, la de la sociedad del conocimiento. Hay una crisis del conocimiento tremenda en los rulers,
en los gobernantes, ya sean jefes de gobierno que se convierten en
gerentes que buscan que venga el capital a salvarnos porque “van a crear
empleo”, y haciendo todo lo posible, incluso cuando se dicen
socialistas: “Por favor, vengan a invertir acá, les damos todas las
facilidades”.
No es sólo en este terreno, sino en el
uso de la corrupción y la represión como armas para dominar a nuestros
pueblos. Es ahí donde nosotros le ponemos un alto muy grande a la
dictadura del capital monopólico. Cuando nos acordamos de que nos van a
atacar, buscando cooptarnos, corrompernos o matarnos, les decimos: ¡no!
No hablamos de moralina, hablamos de una moral de defensa de nuestro
proyecto de emancipación humana en el terreno del conocimiento, de la
producción, de la diversión, de la educación, de la vida.
Es necesario darnos cuenta de que no
podemos, en algunos casos, generalizar la función política que tenemos
en un lugar del planeta a todo el planeta. Como se puede advertir en la
lectura que se hizo de este comunicado, hay elementos particulares en un
país que no se dan en otro.
Dentro de la gama de la resistencia,
vemos como la más avanzada a Cuba que, más que ser la última revolución
marxista, es la primera del nuevo tipo, en el que si se inicia el
proceso desde arriba y a la izquierda, se inicia con la lógica de que el
Estado tiene un papel muy significativo en el desarrollo.
De todos modos, constantemente y desde
el primer día, el proceso cubano establece vínculos con toda la
población y practica algo que es muy importante, la pedagogía política.
Ésta consiste no sólo en enseñar, sino en aprender todo el tiempo. Nunca
la debemos olvidar, porque si en 1959 había unos cientos de seres
humanos que sabían de todos estos problemas, ahora son varios millones, y
esto no es cualquier cosa.
A partir de esto podemos ver a otros
países, como en el nuestro. El EZLN primero se levantó en armas y tomó
varias ciudades; después aceptó dialogar. Antes de los diálogos de San
Andrés se tomó una medida extraordinaria -que en gran parte se debe a
Don Samuel Ruiz- que hizo que se suspendiera el fuego en una guerra que
estaba por empezar.
Es lo más raro en la historia de la
humanidad que dos ejércitos que están a punto de pelearse firmen un
pacto de no agresión y de “vamos a hablar”. Vinieron los diálogos de
Catedral primero, después los diálogos en el ejido San Miguel, después
los diálogos de San Andrés. Hubo un momento en que se aceptó la lucha en
este terreno. Pero ¿qué pasó con esta lucha? La traicionaron todos los
partidos y después la traicionó el gobierno.
Fue entonces cuando dijo “ahora nos
encerramos”, pero nunca su proyecto fue de nada más luchar abajo y a la
izquierda. No, si podemos luchar arriba, también vamos a luchar arriba;
el problema es mantener estos principios fundamentales y una gran
disciplina en torno a ellos. Esto lo mostraron el otro día porque, a
diferencia de los jóvenes estudiantes en cuyas filas se pueden meter los
provocadores cuando se les da la gana, en estas filas no se podían
meter ni uno.
Este tipo de cambios no provienen de
posiciones teóricas o emocionales, son hechos. Tenemos la posibilidad en
este momento de definir las luchas como proyecto de democracia, de
autonomía, de libertad, con hechos.
En el proceso se encuentran otros países
que están en la resistencia frente a ese proyecto colonizador. Entre
ellos, a la cabeza está Venezuela -puedo equivocarme-; también se
encuentra Bolivia; con más contradicciones y dificultades, Ecuador. Pero
hay otros que están resistiendo, como el Uruguay, con mucha fuerza de
una democracia muy vinculada a la cultura socialista y marxista. Se
encuentran quienes de pronto se enfrentan a la toma de las islas
Malvinas por el imperio británico, se enfrentan a la deuda externa y
cancelan la deuda externa. Esas son resistencias nuevas en las que no
estamos pero que tenemos que respetar.
Tenemos que aprender a acercarnos a un
mundo que es diverso, que es distinto, pero que tiene problemas
parecidos y que puede luchar de maneras distintas. También que no
estamos luchando contra el poder en abstracto. Si el poder es nuestro,
lo vamos a hacer muy distinto de lo que ellos tienen. Por eso es que el
Subcomandante habla, con la capacidad de expresión que tiene, de una
otra democracia muy otra. Vamos a hacer un muy otro poder. Muy otro no
tiene nada que ver con esta porquería, con esta vinculación entre el
poder de las corporaciones y el poder del crimen organizado, o con los
paramilitares y la subrogación de trabajadores que están ya en situación
casi de esclavitud.
No podría detenerme sin decirles lo
agradecido que estoy con los compañeros de esta universidad magnífica, y
sin pedirles que estudiemos mucho más a fondo el pensamiento de los
zapatistas como un pensamiento que viene de la experiencia universal del
ser humano y de la experiencia que han tenido en su lucha por la
democracia, por la justicia y por la libertad los descendientes de los
pueblos mayas.
Transcripción: Brisa Araujo/Desinformémonos
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