Gilberto López y Rivas
¿Habrá paz en Colombia?, es el titulo del libro editado por Ocean Sur
con motivo de la instalación de la mesa de diálogo entre las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) y el
gobierno colombiano, anunciada el 17 de octubre en Oslo, Noruega, y en
el que se incluyen entrevistas al comandante Timoleón Jiménez, así como
diversos documentos suscritos por esta organización, referidos a este
cuarto esfuerzo para poner fin al conflicto armado y construir una paz
estable y duradera en esa nación hermana.
Este
oportuno texto de escasas 96 páginas constituye una respuesta concisa y
coherente a la orquestada campaña de estigmatización que han sufrido
las FARC-EP durante décadas. El término de guerra de cuarta generación,
precisamente, hace referencia a la guerra mediática que forma parte de
las operaciones sicológicas de la contrainsurgencia. De ahí que el libro
inicie con una nota introductoria de la delegación de paz de las
FARC-EP en la que se autodefinen como una organización insurgente
colombiana, “orgullosamente subversiva”, que nada tiene que ver con la
delincuencia, el bandidaje y el terrorismo. Al tener normatividad,
unidad de cuerpo y mando, estructuras permanentes emplazadas en un
territorio, sustento popular que respalda su accionar, se legitiman como
fuerza beligerante que hace uso de la lucha guerrillera como una forma
legítima de conquistar los derechos de los pueblos.
Así, los
integrantes de la delegación declaran el 31 de octubre en La Habana:
“Para nosotros la guerra no es un fin. Por eso siempre mantenemos en
alto la bandera y las propuestas de paz. Han sido el Estado, la clase
dominante incluida la Casa Blanca y los diferentes gobiernos, los que al
no obtener la rendición incondicional que han pretendido, concluyen
rompiendo los intentos de buscar la paz por los caminos del diálogo...
Este es un nuevo intento. Lo abordamos con certeza y confianza. Es
posible avanzar en la medida que se resuelvan las causas de la guerra”.
El comandante Jiménez identifica esas causas en el terrorismo de Estado
que apoyado en el paramilitarismo “prácticamente exterminó a la
oposición con tiros y motosierras, al tiempo que con métodos bestiales
cercenó más de 200 mil vidas colombianas y desplazó a más de 10 por
ciento de su población”. Asimismo, señala los intereses del Estado
colombiano articulados a “las urgencias de dominación global mediante la
fuerza y el terror por parte de Estados Unidos, a las exigencias de los
grandes centros de poder económico mundial y su obsesión explotadora, a
los reclamos de los sectores ligados al latifundio, el narcotráfico y
el paramilitarismo, opuestos de modo radical al menor menoscabo de su
propiedad y sus proyectos agroindustriales y ganaderos”.
Los
rebeldes conciben el proceso de paz como la llave que podría abrir las
compuertas de la democracia en Colombia. Para ello, exhortan a la
sociedad toda a actuar: “La construcción de la paz –afirman– comienza
con la participación activa de la inmensa mayoría en los asuntos más
importantes de la vida nacional… La clase trabajadora, los campesinos,
los indígenas, las negritudes, los estudiantes, los sin empleo, los
quebrados por el libre comercio, todos los afectados por el capitalismo
salvaje deben saber que este proceso de paz es su oportunidad para
reclamar lo suyo, la puerta para ingresar con efectiva presencia en el
mundo de la política, la posibilidad real, conquistada con sudor,
lágrimas y sangre, de comenzar a ser respetados frente a la toma de las
grandes decisiones”.
Ante la pregunta “¿Cuál es el mínimo
imprescindible, razonable, que las FARC-EP aspiran a obtener en este
proceso de diálogo, a partir del cual estarían dispuestas a proseguir su
lucha política por medios y métodos legales?”, la respuesta del
comandante Jiménez es contundente: “Nuestra vieja aspiración a una
solución política a la confrontación pasa porque se ponga fin al
terrorismo de Estado y se abran las posibilidades para la aprobación de
profundas reformas democráticas en los campos económico, político y
social... Nuestro alzamiento en armas no obedece a un amor enfermizo por
la violencia, sino a que la oligarquía colombiana nos cerró hace medio
siglo todos los espacios para hacer política por vías pacíficas. Creemos
que si esos espacios fueran abiertos verdaderamente, el pueblo
movilizado podría conquistar muchas cosas. Que lo haga por vías legales o
mediante la fuerza, depende del tipo de resistencia planteado por el
poder. Jamás desistiremos de ese ideario”.
Los integrantes de
la delegación son conscientes de los obstáculos que se interponen para
lograr la paz. Tal vez el principal radica en que el gobierno de Juan
Manuel Santos repita los errores de sus predecesores, esto es, “llegar a
la mesa a exigir rendiciones, sin voluntad real de atender a la
solución de las causas que dieron origen y siguen alimentado la
confrontación”. También debe tomarse en cuenta que en los tres intentos
anteriores de diálogo-negociación, el último de ellos, desarrollado en
San Vicente del Caguán, fue el Estado el que se levantó de la mesa,
confiando siempre en la salida militar y en la derrota-rendición de los
insurgentes. Aunque los dirigentes de las FARC-EP no niegan que han
recibido golpes severos con la muerte de cuatro miembros de su
Secretariado Nacional, en ningún momento el diálogo actual significa que
la más antigua organización guerrillera del continente esté vencida.
Aseguran que los relevos no se improvisan y que “48 años de lucha
continua han producido un formidable engranaje. Seguimos adelante, con
dolor en el alma, pero más avezados y convencidos de nuestras razones”.
El diálogo mismo y el acompañamiento de cuatro gobiernos como
facilitadores y garantes certifican la beligerancia y representatividad
de la guerrilla en su búsqueda por la paz.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2012/11/23/opinion/024a1pol
Paz con justicia social para Colombia
Written By Unknown on sábado, noviembre 24, 2012 | sábado, noviembre 24, 2012
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