Una voz crítica desde Noruega
El
jurado del Premio Nobel de la Paz sigue ignorando las protestas, que han
ido en aumento en los últimos años. Sus miembros se obstinan en
entregar el Premio creado por Alfred Nobel a una serie de personajes que
no lo merecen. El autor y abogado noruego Fredrik S. Heffermehl
denuncia la traición.
Red Voltaire
| Oslo (Noruega)
Las élites políticas noruegas han acaparado el
Premio Nobel de la Paz creado por Alfred Nobel y están usándolo para sus
propios fines. Nunca esto se había demostrado tan claramente como en
2012, con la atribución de ese premio a la Unión Europea. En 40 años han
hecho de todo para meter a Noruega en la Unión Europea. Después de dos
intentos fracasados en ese sentido, rechazados en dos referéndums, el ex
ministro de Relaciones Exteriores y ex primer ministro noruego
Thorbjorn Jagland, actual presidente del comité del Premio Nobel, acaba
de vengarse de sus conciudadanos reacios a entrar en la UE.
El Premio Nobel del año 2012 no ha pasado el examen de Alfred Nobel. La Unión Europea no tiene influencia global ni está a favor de la desmilitarización de las relaciones internacionales. Su objetivo es convertirse en una entidad económica y militar dominante, es un importante exportador de armas y dos de los Estados que la conforman tienen armas atómicas y se oponen por todos los medios al desarme nuclear.
En marzo de 2012, el consejo sueco de vigilancia de las fundaciones advirtió a los miembros del Comité que tenían que volver a leer la voluntad expresada por Alfred Nobel y respetar sus intenciones. Exigió que la fundación sueca pusiera a su subcomisión noruega en su lugar y que ejerciera un control estricto. A pesar de ello, prevaleció la obstinación noruega.
Bajo la protección de estrictas reglas de conservación del secreto, las personas que confieren el Premio Nobel de la Paz han venido comportándose desde hace tiempo como si estuviesen por encima de las leyes. Nunca responden con honestidad a las críticas emitidas y convierten así ese maravilloso Premio Nobel en algo banal y carente de valor. Razón más que justificada para desencadenar la cólera, tanto la de Alfred Nobel y sus campeones de la paz como la de todos los ciudadanos del mundo.
Fuente: Horizons et débats, Suiza.
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