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[Colombia] Las víctimas de crímenes serán burladas con el fallo de la Corte

Written By Unknown on sábado, noviembre 18, 2017 | sábado, noviembre 18, 2017

Circular del CPN FARC
Noviembre 18 de 2017

El fallo de la Corte Constitucional el pasado 14 de noviembre, que lleva por nombre sentencia C-17 de 2017, declaró exequible, es decir constitucional, el Acto Legislativo número 1 de 2017 mediante el cual se había incorporado a la Constitución el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No repetición aprobado en el Acuerdo Final de Paz.

Tal fallo es sobremanera importante para nosotros, pues aunque se difundió especialmente lo relacionado con la JEP o Jurisdicción Especial para la Paz, en realidad la sentencia declaró ajustado a la Constitución todo el sistema integral, el cual comprende, además de la JEP, la Comisión de Esclarecimiento de la Verdad, la Unidad de Búsqueda de Personas, las políticas estatales en materia de derechos humanos y las medidas de reparación  a cargo del Estado.

En su conjunto esto es un paso adelante en la aplicación del Acuerdo Final, y como tal merece nuestro aplauso. Lo que sucede es que al fallar la exequibilidad del Acto Legislativo, la Corte consideró que eran contrarios a la Constitución algunos artículos relacionados específicamente con la Jurisdicción Especial para la Paz o JEP, procediendo a reemplazarlos con criterios que riñen con lo pactado en los Acuerdos de La Habana.

Dichas criterios ponen en riesgo la seguridad jurídica de los excombatientes y por eso lo denunciamos abiertamente. Trataremos de explicarlo en términos sencillos, sin negar que algunos tienen cierta complejidad jurídica:

El fallo de la Corte acabó definitivamente con la autonomía o independencia de la JEP con relación a la jurisdicción existente en Colombia. Lo hizo porque estableció que las tutelas contra las sentencias de la JEP las definirá la Corte Constitucional, que en todos los casos de conflicto de competencias entre la jurisdicción ordinaria y las especiales y la JEP, quien decidirá será la justicia ordinaria y no la JEP, y porque estableció que el régimen disciplinario de los magistrados de la JEP estará sujeto a la justicia ordinaria y no a la propia JEP. Con ello modificó los Acuerdos de La Habana.

La JEP fue prevista en La Habana como un sistema de investigación, juzgamiento y sanción de los más graves delitos cometidos por todas las personas involucradas en el conflicto. Se concibió como un sistema autónomo de la justicia ordinaria, porque si algo ha demostrado la historia colombiana es que esta justicia siempre fue parte del conflicto, que persiguió con saña a las FARC todo el tiempo, no haciéndolo así con otros actores gravemente implicados como el paramilitarismo y los agentes del Estado militares o civiles y los terceros partícipes de graves crímenes.

Así las cosas, los fallos de la JEP, su competencia judicial y la conducta de sus magistrados quedan sujetos en todos los casos a los criterios de esa justicia ordinaria, lo cual riñe absolutamente con lo que se quiso al crearla en la Mesa de La Habana. La imparcialidad de la JEP queda así asaltada, sus decisiones pueden ser revisadas y modificadas por la justicia ordinaria. La independencia absoluta de la JEP era una condición esencial nacida del supremo interés por la paz.

Por otra parte, el fallo de la Corte establece que los agentes civiles del Estado y los terceros implicados en el conflicto no están obligados a comparecer ante la JEP, que sus conductas delictivas, por más graves que sean, son competencia de los jueces ordinarios, a menos que ellos mismos voluntariamente quieran comparecer a la JEP.

Algunas implicaciones de esto son que en primer término la JEP termina siendo una jurisdicción especial creada para juzgar a las FARC y no a todos los actores del conflicto, lo cual desbarata por completo el sentido que se le dio en el Acuerdo. Por otra parte, al excluir de la JEP a los agentes civiles del Estado y los terceros, simplemente se abre la puerta total a la impunidad a su favor, en la medida en que la justicia ordinaria no ha actuado contra ellos en todos los años de la confrontación, y seguramente tampoco va a actuar, como lo demuestran todas las estadísticas.

Las víctimas de esos crímenes serán burladas con la exclusión que garantiza el fallo de la Corte a esos agentes. La impunidad para ellos contradice abiertamente otro de los grandes objetivos que se tuvo al fundar la JEP, que era precisamente crear una justicia que aboliera la impunidad reinante para los más graves crímenes cometidos por todas las personas vinculadas al conflicto.

La parcialidad de la justicia ordinaria está comprobada con los más de quince mil expedientes por paramilitarismo que reposan en la Fiscalía sin que se adelanten acciones judiciales, y como si fuera poco con la negativa de los jueces de la República a conceder las amnistías decretadas a favor de los excombatientes de las FARC presos en las cárceles del país.

Por otro lado, la Corte Constitucional dio vía libre a la participación de las FARC en política, la cual quería ser sometida a toda clase de limitaciones por parte del Congreso. Acerca de sus inhabilidades o incompatibilidades quien deberá pronunciarse es la JEP según lo pactado en La Habana. Esto resulta altamente positivo para nosotros.

El problema está en que a su vez la Corte ideó una serie de condiciones para tal ejercicio, que en caso de que llegaren a ser incumplidas acarrearían serias consecuencias para los nuestros. En primer lugar hay que decir que las condicionalidades fueron previstas solo para las FARC, con lo que se demuestra que la JEP se convirtió en una justicia exclusiva para juzgar a estas, pero además hay que agregar que dentro de las consecuencias que acarrearía una eventual incumplimiento de las condiciones, puede estar contemplada la extradición a otros países, cuando esta prohibición fue prohibida en los Acuerdos y reafirmada por una sentencia de la propia Corte Constitucional.

Vistas así las cosas de modo general, es fácil concluir que con esta sentencia de la Corte Constitucional se vulneraron directamente aspectos esenciales del Acuerdo Final. Obsérvese que el Estado colombiano suscribió un Acuerdo Final de Paz con las FARC, el que fue refrendado por el Congreso de la República según lo dispuesto por la Corte Constitucional. Por eso es un acuerdo del Estado y no del gobierno. La propia Corte Constitucional sentenció recientemente que todas las autoridades del Estado estaban obligadas a cumplir con los Acuerdos de La Habana.

Si la Corte llegase a descubrir que algún aspecto de los Acuerdos reñía con la Constitución Nacional, por tratarse de un acuerdo del Estado, lo correspondiente no era pasar a declarar la inconstitucional de esa parte del Acuerdo, y por tanto abolirla, sino que el Estado procediera a ajustar la Constitución al Acuerdo firmado, para que este entrase en aplicación sin problemas.

La otra cuestión que vino a complicar más las cosas es que la noche del 15 de noviembre, el Senado de la República, en un acto que fue calificado como una vergüenza nacional, decidió incluir en la ley estatutaria de la JEP un régimen de  inhabilidades e incompatibilidades para los magistrados de la misma, que en la práctica impide la posesión de la mayoría de los ya nombrados, y que impide que quienes hayan sido defensores de derechos humanos en el país, puedan ser magistrados.

Queda en evidencia que el Senado ha querido que sólo los defensores del Estado puedan ser magistrados de la JEP, es decir que los jueces de la JEP sean personas con una clara posición a favor de la impunidad que ha significado la justicia ordinaria en Colombia. Las inhabilidades e incompatibilidades previstas en los Acuerdos para tales magistrados no eran otras que las mismas de sus pares en las altas cortes del país. Al crear otras nuevas se violan los Acuerdos de La Habana con una intención perversa, defender la impunidad.

Es de anotar que aún falta el debate en la Cámara para que salga el texto definitivo de la ley estatutaria, y que luego deberá venir el fallo sobre su exequibilidad por parte de la Corte Constitucional. Pero creemos que  hay razones suficientes para temer que una y otra instancia no son suficiente garantía para el respeto de lo acordado en La Habana entre el gobierno y nosotros.

Frente a todo lo anterior cabe decir que resulta necesario que tanto nuestro partido, como todo el movimiento popular y democrático en Colombia, encendamos nuestras alarmas. A casi un año de la firma del Acuerdo Final, tenemos suficiente conocimiento de los incumplimientos y pretextos del Estado colombiano en la cabal implementación de lo acordado.

Ahora se avista en el horizonte un incumplimiento mayor, que apunta a hacer más gravosas las condiciones para los ex combatientes de las FARC, al tiempo que las alivia para los demás actores del conflicto. Pero sobre todo, que se dirige a fortalecer la impunidad reinante en Colombia durante los años del conflicto, a favor de los terceros y agentes civiles del Estado.

Hemos hecho frente a tales incumplimientos de manera franca y directa, y es así como debemos seguir haciéndolo ahora. Es cierto que las clases dominantes, que el Estado y sus instituciones, tienen el propósito de burlar lo conquistado tras tantos años de lucha por nosotros. Pero no hay que olvidar que ellos no están solos en el escenario, que nosotros y el movimiento social y popular también hacemos presencia, y que por tanto las cosas no serán como ellos las quieren. Nuestra respuesta y nuestra lucha también cuentan. Y la idea es hacerlas valer.

Existe en nuestro país un acumulado social y popular en favor de la paz y por tanto debemos ponerlo a jugar en defensa de lo pactado y conquistado en los Acuerdos de La Habana. Contamos también con un acumulado internacional que está del lado de la solución política. Debemos por tanto ponerlo a trabajar en función de que el grandioso anhelo por la paz en nuestro país se convierta en una realidad. No vamos a echar atrás, el Estado colombiano o cumple o cumple.

Nuestros pronunciamientos de denuncia a escala nacional e internacional deben crecer aceleradamente con el propósito de desenmascarar la real voluntad de burlarnos por parte del Estado. Insistiremos en una reunión de urgencia con el Presidente Juan Manuel Santos, para poner de presente nuestro enérgico rechazo a lo sucedido, a la vez que para presionar la debida atención a nuestros requerimientos y exigencias en cuanto al cumplimiento de la palabra comprometida.

Los garantes y observadores internacionales de la implementación de los Acuerdos deben ser informados y movidos a pronunciarse. José Mujica y Felipe González deberán ser convocados a una reunión de urgencia. Activaremos todas las instancias nacionales e internacionales de acompañamiento. Las embajadas en Colombia de todos los países deben ser informadas sobre la gravedad del momento que vivimos en nuestro país.

Implementaremos las acciones jurídicas de cumplimiento que consagra la legislación colombiana, para lo cual impulsaremos la acción de nuestro equipo jurídico.

Nos corresponde propiciar citas y encuentros con distintos movimientos políticos y sociales, con las iglesias, la juventud, las centrales obreras, las organizaciones campesinas, afros e indígenas, con los movimientos femeninos y de género y en general con todo el movimiento popular en busca de su pronunciamiento y movilización a favor de la paz y el cumplimiento de los Acuerdos, en la idea de ir articulando una gran protesta nacional contra lo que pretenden el Estado y los enemigos de la paz.

Promover el próximo 24 de noviembre, fecha de aniversario del acuerdo, un gran acto de conmemoración y defensa de lo pactado, dejando constancia de los incumplimientos del gobierno y las otras instituciones del Estado.

Elaborar y presentar a la opinión nacional e internacional un memorial de agravios que recoja nuestro sentir y el del movimiento popular con relación a los temas de la paz y los Acuerdos.

Nuestro propósito debe ser consolidar los espacios alcanzados hasta hoy, profundizándolos y poniéndolos al servicio de la causa de la implementación total de lo acordado. Debemos llevar un mensaje de lucha a nuestros militantes, nuestras masas y el pueblo en general. Aquí nadie está rendido ni vencido, entre todos podremos conquistar definitivamente nuestro sueño.

Debemos tener presente que si el adversario de clase y su Estado se muestran audaces en su obsesión por incumplirnos, es porque ven debilidad en nosotros. Nuestra fuerza reside en las masas, en el pueblo en las calles, movilizado por sus derechos. Eso implica un enorme esfuerzo de parte nuestra, un proceso que estamos en mora de emprender. A eso debemos dirigir, organizadamente, la mayor parte de nuestra actividad.

Sin olvidar ni por un momento que el pesimismo, el derrotismo y  los  llamados al fracaso, que tanto daño nos hacen porque desmoralizan y desmovilizan nuestra gente y nuestro pueblo, únicamente son útiles a las intenciones de las clases en el poder. La situación es difícil, cuándo no lo es para los revolucionarios. Pero debemos afrontarla con la moral en alto, solo así venceremos.

Con un abrazo para todos y un beso para ellas,

CONSEJO POLITICO NACIONAL DE LOS COMUNES
FARC


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