Hay algo que le está saliendo bien al Centro Democrático, y supongo que ellos en sus adentros lo valoran como importantes victorias en su quehacer contra el Acuerdo de Paz. Lo de “hacerlo trizas” está funcionando, solo que no de un viajado, sino quitándole un poquito acá, otro aquí, un pedacito más allá, y así, hasta volvernos a todos la vida a cuadritos. Ahora se les ha unido, despojado de máscaras, el tal Cambio Radical. Ya Vargas Lleras, desde que era vicepresidente y construía autopistas y casas, haciéndose campaña por derechas, iba soltando prendas: que lo de la JEP me gusta pocón, que eso de juzgar empresarios (que ahora se les dice “terceros”) no me suena, que lo de los militares es una vaina, y así. Ese hombre ha estado tres años saliendo de espaldas para que todo el mundo crea que está entrando. O todo el mundo no: mejor decir Santos de una vez.
Y el resultado de la fusión CD y CR —y claro que RCN— obtuvo que la composición final de la JEP fuera muy cautelosa. Tal vez demasiado ecléctica, aunque confío que ahí haya gente honorable y ojalá imprevisible. Aceptar las incógnitas es lo democrático. De momento se sabe que hay algunos del colectivo Alvear, gente imprescindible. Hay también personalidades muy activas en las regiones, en asuntos de derechos humanos, que tienen representatividad entre las minorías étnicas y las comunidades que han sufrido despojo, y que han sido toreadas en lugares donde la guerra no fue jugando mazotes. Yo cruzo los dedos para que, no conociendo casi a nadie, esos elegidos se crezcan cuando arrecie la tormenta que se avecina. En todo caso, juristas de ética aprestigiada en lo nacional, tipo Martha Lucía Zamora o Francisco Barbosa, no quedaron, al igual que otras personalidades intachables. Se nota que los seleccionadores dijeron: “no, ella no, ella es petrista, cuidémonos”. En cuanto a Barbosa, pensarían que iba mucho a Semana en vivo y se sentaba en el lado del eje del mal, “además es de la academia, y estudió en París, mejor no alborotar el avispero”.
Pero ni con tantas precauciones se salvó la JEP de la diatriba de quienes pudieran ser juzgados: con un radar macartista, detectaron que había quedado Rodolfo Arango, un ponderado jurista, al que amenazan con recusar cada que la JEP pronuncie una sentencia. Y todo porque hace tres años escribió tres tweets contra Uribe. Uno solo, entre 51 magistrados, les parece que los vuelve “sesgados” a todos. Y como nadie es más devoto que un converso reciente, los de Cambio Radical dicen que el organismo es “de izquierdas”. Quisieran que cada miembro de la JEP no hubiera dicho ni mu en esta vida. Que arrancaran de cero. Que todos tuvieran la conciencia limpia solo por no haberla usado jamás. El fiscal, entre tanto, para evadir entuertos bravos, como el de Odebrecht y el de Bustos, conspira contra el Acuerdo de Paz con puras chichiguas de inspector de policía, quemando tiempo. Hace poco desenterró una palabra achacosa contra el Acuerdo de Paz: su “pecaminosidad”. ¡Hombre! Se supone que el que decía esas bobadas ya se fue.
¿Será que para la Comisión de la Verdad y las 16 circunscripciones electorales de las organizaciones sociales, a los candidatos van a pasteurizarlos primero para evitarse tanta intriga? Para esa gracia que elijan de una vez a la Madre Laura, y que se las gane todas el Centro Democrático.
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