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“A estudiar” y “a leer”: ¿un insulto a las víctimas?

Written By Unknown on miércoles, abril 12, 2017 | miércoles, abril 12, 2017

Por: Cecilia Orozco Tascón
Con sonrisa burlona y mirada de incredulidad que fueron registradas en video, el senador Uribe recibió los reclamos que le expresaba la hija de Jorge Eliécer Gaitán, Gloria, en la sesión especial del día de las víctimas celebrado el domingo pasado en el Congreso de la República. Las barras de familiares de muertos, heridos y desaparecidos de la guerra que presenciaban la escena, se animaron a gritar al expresidente cuando este abandonaba el Capitolio con su bancada de subalternos detrás, como suelen hacerlo cada vez que algo le molesta al jefe. Actitud imperial que demuestra el significado tan particular que le dan a la democracia puesto que si él habla, todos lo escuchan reverencialmente. Que se sepa, ninguno se retira en protesta porque el exmandatario haga uso legítimo de su derecho a la palabra. En la Plaza de Bolívar otras víctimas lo recibieron enardecidos. Y la respuesta a este desencuentro infortunado, ¿cuál fue? La representante María Fernanda Cabal, protagonista de las redes sociales por sus malas pulgas y no precisamente por su cultura, decidió, imprudente como es usual en ella, enfrentar a los manifestantes en su tono subido de decibeles y gestos. Y los conminó a hacer un ejercicio que les caería bien a ella misma y a sus amigos de barbarie: “¡estudien, vagos; estudien, vagos!”. Por su parte, el senador Alfredo Ramos, uno de los polluelos del caudillo que se perfila como gavilán —hijo que sale pintado—, remató con otro “insulto”: “lean, aprendan de historia; lean, lean”.
Estudiar, leer historia y aprender durante la vida entera es el deseo ideal de muchos en este país en que un gran porcentaje de la población no dispone de la capacidad económica para dedicarles tiempo a estas artes. No entiendo cómo mandar a la gente a educarse viene siendo una especie de ofensa para responder otras. Probablemente, se comprendería si uno lo mira desde el ángulo de una parte de la capa alta de la sociedad, aquella que teniendo el privilegio de asistir a las universidades más exclusivas del mundo, desdeña las ciencias humanísticas, el conocimiento racional y la sabiduría para regirse por las emociones, los instintos primarios y las reacciones del periodo de las cavernas cuando seres en construcción defendían el espacio propio a punta de garrote y lanza y sin concesión alguna a la convivencia.
Estudiar, leer historia y aprender de ella: Gloria Gaitán es hija de la historia, justamente. Ella puede no ser merecedora del respeto del uribismo y de otros grupos porque, en lugar de aprovechar el recuerdo de su padre para asegurarse su propia carrera política, dedicó su existencia a mantener viva la memoria del líder inmolado hace 69 años por los intolerantes de entonces, antecesores directos de los de hoy, que no podían soportar que un hombre de clase media e ideas ‘peligrosas’ —por cuanto cuestionaba el orden impuesto por los círculos cerrados de poder (“convivialismo”)—, llegara al Palacio de la Carrera (hoy, Casa de Nariño). Gloria Gaitán puede tener fama de que desvaría y de que, por eso, no es digna de atención, pero representa mejor que nadie a las víctimas del conflicto de esta nación cuya última etapa se inició con el magnicidio de Gaitán cuando se daba por seguro su ascenso a la Presidencia. La Violencia. Así se llaman las sanguinarias décadas de enfrentamientos fratricidas con miles y miles de caídos en batallas y por fuera de estas en Colombia. Esa época vergonzosa de asesinos, de verdugos y de depredadores de la raza humana puede concluir con el acuerdo de paz que tan avanzado está, que Naciones Unidas ha declarado que la entrega de armas de las Farc a este organismo, se cumplió. Pero este extraordinario hecho no es noticia que alegre a los herederos de La Violencia, sino que les da argumento para empezar un nuevo ciclo de matanzas. Se siente en sus discursos de odio, en sus reuniones secretas, en sus alianzas o complacencias con criminales declarados, en sus panegíricos a la muerte. Nos salvarían la comprensión por el dolor del más débil, el estudio del pasado, la lectura inteligente y el sentido de superación de la historia pero no con el desprecio con que lo hacen Cabal y Ramos.
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