Por YEZID ARTETA DÁVILA |
La mayoría de colombianos contemplan el desplazamiento como una mera cifra, pero desconocen la vida íntima de quienes lo padecen.
Hay gente viviendo bajo los puentes, aferrada a la vida, que no puede entender las razones que tienen los suicidas para fugarse de este mundo. Los ven lanzarse desde la baranda del puente sin poder hacer nada para evitarlo. Suicidas exquisitamente vestidos, bien alimentados y vaciados de alma porque no encuentran respuesta a sus angustias metafísicas. Los que duermen bajo el puente, en cambio, sólo desean techo y comida. A unos, como el confeso violador, torturador y asesino Rafael Uribe Noguera, el sistema los colmó de riqueza, mientras que a otras como la desdichada niña Yuliana Samboní, las dejó por fuera.
«Criando Ratas» y «Noche Herida» son dos retratos hiperrealistas de la gente que, en España y Colombia, malvive en los bordes del sistema. La empobrecida Colonia Requena de la ciudad portuaria de Alicante y el precario barrio Verbenal de Ciudad Bolívar en Bogotá son el decorado de una hiperbólica y dura realidad. En el primer mundo prosperan esa clase de barrios en los que la violencia de naturaleza criminal empieza a normalizarse. En el caso de Colombia, la violencia política en el campo originó macrotugurios en la mayoría de las urbes.
«Criando Ratas» y «Noche Herida» son dos retratos hiperrealistas de la gente que, en España y Colombia, malvive en los bordes del sistema. La empobrecida Colonia Requena de la ciudad portuaria de Alicante y el precario barrio Verbenal de Ciudad Bolívar en Bogotá son el decorado de una hiperbólica y dura realidad. En el primer mundo prosperan esa clase de barrios en los que la violencia de naturaleza criminal empieza a normalizarse. En el caso de Colombia, la violencia política en el campo originó macrotugurios en la mayoría de las urbes.
En «Noche Herida», que se estrena en las salas de cine de Colombia el próximo 30 de marzo, una mujer envejecida por el peso de la tragedia, suplica –como en un relato de Rulfo– a las almas del purgatorio para que protejan a sus nietos que viven apiñados con ella en una estrecha barraca levantada sobre los cerros de Bogotá. El filme dirigido por Nicolás Rincón, mejor película del Festival de Cartagena 2016, es la épica de una mujer proletaria que procura inculcar a los críos una ética sencilla, hecha a golpe de martillo, para que puedan subsistir en un lugar hostil en el que unos tipos hacen limpieza por las noches y la violencia es una actividad económica más. La mayoría de colombianos contemplan el desplazamiento como una mera cifra, pero desconocen la vida íntima de quienes lo padecen.
Entretanto, la drogodependencia, el robo, la prostitución y el ajuste de cuentas suceden en un barrio de Alicante habitado por inmigrantes y nativos que rozan la pobreza. Carlos Salado, un chico del barrio, rodó con un presupuesto de 5.000 euros «Criando Ratas», un exitoso largometraje del género neoquinqui que lleva más de un millón de visualizaciones en Youtube, plataforma en la que se puede ver gratis. El protagonista de la cinta fue en la vida real un camello y ladrón que acabó, igual que otros jóvenes del barrio, en la cárcel. «Criando Ratas» es una sumatoria de pesadillas concatenadas en la que todos terminan mal, salvo una prostituta que se sale con la suya.
«Noche Herida» es una lección de lucha. En «Criando Ratas» no hay manera de torcerle el cuello al destino. En Verbenal, una trabajadora social visita la barraca en la que Blanca, la protagonista, vive con sus tres nietos. La chica le pregunta al mayor de ellos: ¿Cuál es tu proyecto de vida? El niño se encoge de hombros. Es su respuesta. No tiene más que decir.
Remate: Según las recientes estadísticas del DANE, la pobreza multidimensional en Bogotá aumentó en el 2016. Peñalosa sigue sumando pobres.
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