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Significado de la Abstención

Written By Unknown on sábado, octubre 15, 2016 | sábado, octubre 15, 2016

José Mamakasaca, Cambio Total. Twitter. Facebook.

En el Plebiscito, ese engendro que se inventó el presidente JM Santos, ha quedado demostrado que el discurso de la clase política tradicional, corrompida, no le llega al pueblo.

En Colombia hay 32,7 millones registrados en el padrón electoral. En las elecciones presidenciales pasadas solamente 14,3 millones concurrieron a las urnas, o sea 58,9% de los colombianos no son conmovidos por el discurso tradicional. En el año 2000 fue del 50%, en el 2006 fue del 54,9% , y este fenómeno tiene persistencia desde 1958.

Las elecciones de cuerpos colegiados (Congreso, Asambles y Concejos) mueve casi igual cantidad de votantes, a pesar de que en éstas elecciones los “barones”, los caciques, las maquinarias, es lo común, amén de la inmensa corrupción en el derecho al sufragio (compra de votos, “becas”, cemento, compadrazgo, compra de registradores y jurados de votación, etc, etc).

La abstención en Colombia históricamente se ha situado por encima del 50%.  Desde 1978 al 2010 el promedio de participación electoral ha sido del 45.99%. De doce elecciones presidenciales analizadas en 10 se han abstenido más personas de las que decidieron votar.  (Estudio de la Registraduría y Universidad Sergio Arboleda).
Del 50% que vota, apenas el 25% elige al presidente de turno, si acaso. Lo que demuestra que al pueblo abstencionista le importa un ”sieso” quién se siente en el sillón presidencial.



En el Plebiscito del 2 de octubre 2016 la abstención fue mayor, 62,59% de los colombianos empadronados no votó ni por el No ni por el Sí. O sea, el discurso, la propaganda, no los movió, que nos lleva a considerar que no hubo adecuada pedagogía de paz por parte del Estado, por considerar que era “pan comido” por el Sí, o por simple apatía hacia lo que significa el Estado en Colombia, teniendo en cuenta la visión popular de un Estado que practica el Terrorismo de Estado, que practica el asesinato de sus contradictores políticos populares (U.P. por ejemplo), las desapariciones forzadas (45.000 víctimas), los asesinatos selectivos de sindicalistas, líderes populares, reclamantes de tierras; las masacres que están alrededor de 4.000; los 3.500 “falsos positivos” o ejecuciones de jóvenes de las barriadas citadinas durante los dos períodos de Uribe Vélez, y el desplazamiento  forzado, con robo de tierras y propiedades, lanzando a esas víctimas a una vida de más miseria que la que vivían.

Además, el pueblo raso visualiza a la clase política que se asienta en el Congreso y a la Presidencia como los creadores de todas las políticas hambreadoras de los pobres, en tanto a los empresarios, ganaderos, terratenientes, empresarios del campo, etc, les favorece con sus políticas (AIS, por ejemplo), Zidres, exención de impuesto a la renta, etc.

No hay que “buscar la fiebre en las sábanas”. El desencanto es tal que solamente cuando las masas populares, la gente común y corriente, los nadies, los diferentes, visualizaron que esa “clase política” quería enrumbar al país en la continuación de la guerra se “pellizcaron” y dijeron, ahora sí vamos a movilizarnos para defender el mejor Acuerdo Final para una Paz estable y duradera que se haya podido lograr en la historia colombiana, ejemplo para el mundo, y exigir la Implementación del Acuerdo Ya.

La consigna no es meramente una consigna de “Acuerdo Ya”, sino que ella lleva implícita la posición de la Implementación Ya porque el pueblo entendió que el Acuerdo Final es un mecanismo transformador de la sociedad en su conjunto y por ello las miles de explosiones de felicidad con la Firma del Cese Bilateral de Fuegos y posteriormente con la firma del Acuerdo Final en La Habana y en Cartagena, corroboradas con la 3a Marcha del Silencio y la Marcha de las Flores en Bogotá y las marchas de Medellín y otras ciudades y pueblo colombianos.

La Implementación conlleva también resarcir los millones de víctimas, saber la verdad del asesinato de sus seres queridos, devolverles la vida a los desplazados al restituirles sus tierras, a los dirigentes políticos y sindicales ajusticiados selectivamente quién y por qué ordenaron su muerte, en fin, es el bálsamo para ir cicatrizando las heridas que ésta guerra fratricida, recetada desde los centros de poder de Bogotá y Washington, nos ha causado. Es desde luego, imprescindible que en esa Implementación sea el pueblo movilizado el mejor garante del cumplimiento de que se cumpla lo estipulado en el Acuerdo Final.


Ahí, en esas movilizaciones, vamos transformándonos de a poquito en poquito, sumando nuestras desgracias y abrazándonos por una Nueva Vida, en Paz con Justicia Social.
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