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Unai Aranzadi, un periodista que promueve el cambio social, habla del proceso de Paz en Colombia

Written By Unknown on miércoles, agosto 24, 2016 | miércoles, agosto 24, 2016

FIPU.

Unai Aranzadi es un galardonado documentalista y fotoperiodista autónomo, especializado en conflictos armados y derechos humanos.

Lleva más de 20 años viajando a países que se encuentran en conflictos bélicos: Palestina, Irak, Afganistán, Colombia, entre otros… Sus documentales independientes sobre los conflictos mundiales actuales están elaborados desde una perspectiva periodística alternativa, que utiliza los medios de comunicación para promover un cambio social: una vida mejor en un futuro mejor para todos.

Por: Andrés Rodas | FIPU Press
Fotos: cortesía Unai Aranzadi

Andrés Rodas: Hoy Colombia vive un momento trascendental en su historia; después de casi sesenta años de guerra, el Gobierno y la guerrilla de las FARC se sientan a dialogar para poner fin al conflicto armado, proceso que necesita aprender de las experiencias vividas en otros lugares del mundo. Desde la Federación Internacional de la Prensa de los Pueblos (FIPU) consideramos muy importante el conocimiento que tienes de conflictos, procesos organizativos, propuestas de paz  en diferentes contextos y países, como aportes para la construcción de la Paz en este país latinoamericano.

Colombia Invisible es un documental que se convirtió en referente dentro de los movimientos y organizaciones sociales en Colombia, ¿de dónde surge la iniciativa de hacer este documental, y de qué forma el resultado de éste cambia la visión que se tenía del país?

Unai Aranzadi: Llevaba muchos años trabajando en Colombia desde los frentes menos cubiertos, que históricamente han sido los de las guerrillas y los de las víctimas de crímenes de Estado. Había estado en la montaña con el ELN, también con las FARC-EP e incluso con el Ejército Nacional y algunos paramilitares en “zona roja”. Gracias a todas estas experiencias, la fundación vasca Mundubat me planteó la posibilidad de hacer un documental crítico y riguroso sobre lo que sucede en las regiones de Colombia, y yo me puse manos a la obra feliz de recibir este encargo, que era algo que ya llevaba años queriendo hacer. La idea era dirigir un documental sobre todos aquellos hechos que no se suelen ver en la televisión, e incluso sobre todos aquellos crímenes de Estado que no se ha documentado bien. Gracias a un largo y exhaustivo trabajo de investigación en el terreno, conseguimos documentar aspectos de gran crudeza,  como el impacto de las multinacionales españolas en la población indígena. También filmamos un falso positivo de principio a fin, que era algo jamás filmado, e incluso forzamos al general Reyes a reconocer que mataron a un civil y no a un supuesto guerrillero... Pero más allá de esta labor de documentación y denuncia, también queríamos dar espacio a lo constructivo, es decir, como autores queríamos ser un activo en pos de la solución política, por lo que también dimos voz a los personajes que llevan una vida entera arriesgándolo todo por aportar ideas que faciliten la paz con justicia social. Así las cosas, ¡mira hoy en qué punto estamos! En aquel año no pensábamos que la posibilidad del cambio estaría tan cerca. Fue quizás nuestro granito de arena a esto que está sucediendo en La Habana.

A.R.: Respecto al conocimiento que tienes de distintos países en Latinoamérica y el mundo, ¿cómo ves a Colombia en términos sociales, económicos y políticos?

U.A.: Colombia es, junto a Brasil, el país con más desigualdad de todo el continente americano. Pocas manos con mucha tierra, y muchas manos con poca tierra. Es un país en el que la familia del actual presidente, Juan Manuel Santos, decidía sobre el rumbo político que el país debía  tomar a través de su periódico, El Tiempo, y en definitiva, un país que jamás se emancipó de las potencias coloniales, pues tras los españoles llegaron nuevos actores, que de la misma forma se han dedicado a saquear las riquezas naturales del país junto a la oligarquía local. Sin embargo Colombia también es un país que no ha sido derrotado por la guerra. Es un pueblo muy digno, que se sabe sobreponer una y otra vez, con ejemplos humanos de una generosidad inaudita en la historia. Es creativo, audaz, inteligente, y repito, muy resistente. No sé, para mí es un pueblo raro, contradictorio y misterioso. Algo tendrá que gusta a todo el mundo que lo conoce.

A.R.: ¿Qué opinión tienes del proceso de paz que se está llevando a cabo actualmente entre el gobierno colombiano y las FARC-EP?

U.A.: Soy contenidamente optimista porque a día de hoy, lo cierto es que el conflicto armado ya ha bajado de intensidad en muchos territorios del país. También porque hay que apostarle a la paz, que no es fácil, y toda victoria es hija de al menos un intento. Las FARC-EP lo están intentado con todas sus fuerzas, y eso es digno de respeto y elogio. Han sido muy valientes. Por otro lado soy muy escéptico. Creo que Santos y todo su enorme gabinete de asesores estadounidenses lo han hecho muy bien, y de haber un lado de la mesa al que le ha ido mejor, es el suyo sin lugar a dudas. A escasas jornadas de la dejación de armas tenemos un montón de papeles firmados, pero falta todo por demostrar, especialmente en las regiones, donde los gamonales no han cambiado ni un ápice su forma de actuar. Yo dudo de que la relación con las empresas transnacionales vaya a cambiar, y dudo también de que el paramilitarismo vaya a desaparecer a corto y medio plazo. Son dos cuestiones decisivas, y no pintan bien a futuro, lamento decirlo.

A.R.: ¿Qué enseñanzas crees que Colombia debería tener en cuenta de otros proceso de paz llevados a cabo en el mundo?

U.A.: Puede haber rasgos comunes, pero yo diría que cada proceso de paz es único y de difícil extrapolación a otros. Aquí al menos se ha dado la disposición a negociar por ambos lados. En el País Vasco, de donde vengo yo, ni eso. Y sacando a colación mi pequeño país, allí la izquierda vasca han hablado más de “proceso democrático” que de “proceso de paz”. Creo que es interesante el matiz, y bueno, creo que es lo que la insurgencia colombiana ha tratado de hacer en Cuba, es decir, democratizar la relación de los colombianos con sus riquezas, básicamente. Los procesos de paz, han de ser eso, procesos que sumen participación popular, que nadie se quede fuera en la búsqueda de soluciones comunes. La apuesta del ELN en este sentido es bella y ambiciosa, no sólo por incluir a los movimientos sociales en el proceso, sino porque ellos quieren que se avance según se vayan implementando los acuerdos en el terreno uno a uno, pero lamentablemente dudo que el Estado jamás aceptará algo así, aunque sería lo ideal, claro.

A.R.: ¿Cuáles consideras tú que son los principales riesgos a los que se enfrentan los países en la etapa de pos conflicto?

U.A.: En el caso de Colombia el paramilitarismo es uno de ellos. La guerrilla lo sabe, y así me lo han dicho sus comandantes, tanto en La Habana como en uno de sus campamentos del Perijá. Otro riesgo es el obvio, es decir, que simplemente no se cumplan los acuerdos firmados porque el Gobierno tiene la sartén por el mango, y porque las consecuentes quejas de la guerrilla no tendrían incidencia en la sociedad, al carecer de medios de comunicación eficaces para hacer llegar su mensaje a las masas. Y un tercer riesgo es que la violencia mude de ropa, y continúe como un hecho ligado al pago de vacuna, al narco, la minería o el sicariato, como ha sucedido en Guatemala y El Salvador después de sus respectivos acuerdos de paz en los noventa.

A.R.: ¿Cuál es tu punto de vista acerca de los medios de comunicación en Colombia y el desarrollo de la prensa alternativa? 

U.A.: Los medios de comunicación colombianos están tan sujetos a las lógicas neoliberales como casi cualquier otro negocio mediático del mundo. Su función es hacer dinero como medio, y además hacer que otros actores del sector privado también hagan dinero. Empresa privada y, llámesele grandes partidos políticos u oligarquía, juntos hacen un todo que llamamos “sistema”. Su función es proteger el status quo, que es lo que les hace ricos. Por eso los medios comerciales coinciden todo el rato con la clase dirigente, porque sus intereses son los mismos, de ahí que critiquen cualquier idea de cambio, mucho menos propuestas de reparto equitativo, participación política o redistribución de la riqueza. Frente a esta maquinaria desinformativa, la llamada prensa alternativa trata de contrarrestar la enorme incidencia que estos latifundios mediáticos tienen, pero no es fácil, y no lo es porque los que están fuera de la clase dominante no tienen los medios suficientes para llegar a las masas. Por eso algunos analistas decimos que en un sistema de capitalismo desenfrenado como el actual no hay verdadera libertad de expresión, porque sólo es efectiva y tiene impacto real cuando se tiene dinero.

A.R.: ¿Cómo se ve desde Europa a nivel general, el actual proceso de paz colombiano?

U.A.: La sociedad europea ve a Colombia como un país con mucha violencia en el que la droga lo corrompe todo, lo cual en cierta medida es cierto, pero es una foto incompleta. Saben de las guerrillas, y debido a la prensa las ven como peligrosas, pero desconocen que estas tuvieron que echarse al monte para salvar la vida, e igualmente desconocen que la propuesta de las guerrillas es repartir democráticamente los recursos de todos los colombianos, mientras es el gobierno y su terrible brazo paramilitar quien quiere continuar dejándolo todo en el bolsillo de unos pocos. Además tampoco saben que en Colombia es el Estado el principal violador de los derechos humanos, como te lo reconoce ya la práctica totalidad de las organizaciones internacionales. Pero por encima de todo, la sociedad europea asocia paz a cese del fuego, y eso, a medio plazo no es bueno ni para Colombia ni para el mundo. 


A.R.: Muchas Gracias Unai, esperamos verte pronto en Colombia, ojalá trabajando un nuevo documental, ahora en un  contexto de paz.
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+ comentarios + 2 comentarios

Anónimo
domingo, noviembre 27, 2016

Mostrar unas FARC como víctimas es tan falso, como decir que ese periodista acude a la objetividad para mostrar "sus verdades".

Mientras las verdades sean a medias, las mentiras serán reinas.

Anónimo
domingo, noviembre 27, 2016

Señores lectores, péguenle una ojeada a la historia de los que se fueron al monte a masacrar, aterrorizar territorios, población indígena, pueblo pueblo.

sus inicios fueron de reivindicación social y terminaron siendo terroristas y asesinos, igual que los paramilitares que fueron una consecuencia de sus atrocidades. un pueblo que se mató durante 60 años, por defenderse y por acabar con lo legalmente estatuido.

Aquí todos, incluso los de las FARC, ELN, EPL, M19 somos responsables de lo que pasó. Las víctimas: EL PUEBLO, el mismo que dijeron defender y atacaron, arrasaron y arrastraron a la pobreza. Esto es de todos, no del Estado, señores. SEAN SERIOS.

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