José María
Carbonell, Cambio Total Revista.
Acaba de concluir
la primera ronda de conversaciones en la Mesa de La Habana entre la guerrilla
colombiana de las FARC-EP y los delegados gubernamentales colombianos. Y entre
las declaraciones del coordinador del equipo gubernamental sobresale la de « no
está en juego ni la Constitución ni el modelo ».
Eso ya lo sabemos
los colombianos desde hace muchos años. Nunca un delegado gubernamental va a
tener la potestad para discutir el modelo que le da su propia supervivencia. Con
contadas excepciones, excepcionales excepciones, nunca se han sentado del lado
gubernamental a pactar un cambio constitucional, en ninguna parte del mundo.
Cuando ese hecho político trascendental se da es producto de Acuerdos Políticos
o de victorias militares.
La Constitución
del 91 –por ejemplo- fue un acuerdo político entre diferentes fuerzas –guerrilleros
entregados y política-militarmente vencidos, y los defensores del modelo
capitalista-, que se preveía sería un espacio para firmar la Paz
definitivamente en Colombia con las FARC-EP. Se vislumbró un nuevo país y una
nueva institucionalidad, mas todo quedó en nada. La Constitución del 91 fue un
maquillaje aplicado a la vieja cara estatal burgués y sus representantes
continuaron haciendo política de la manera tradicional, corrompida.
Se perdió ahí una
verdadera oportunidad histórica de acabar civilizadamente, políticamente, el
conflicto interno en el preciso momento en que el entonces presidente César
Gaviria Trujillo ordenó el Bombardeo a Casa Verde –sitio de reunión del
Secretariado Nacional de las FARC-, por el egoísmo vanidoso Gavirista de querer pasar a
la historia como el creador de la Nueva Constitución, la cual ha demostrado el
paso de las años no ser más que una « modernización » de la « Constitución
del 86 », modernización echada atrás por los sectores más reaccionarios de
la vida nacional, es decir, casi toda la oligarquía en el poder.
El pueblo
colombiano está claro, las FARC entre ellos, de que un cambio total en el país sólo será
posible por la más amplia movilización popular que rompa los cimientos de la
caduca estructura colombiana, el capitalismo que bajo la mentira de la « más
vieja democracia » adelanta el más cruel y salvaje Terrorismo de Estado.
Por ello no preocupan las altisonantes declaraciones de de la Calle. La oligarquía,
su gobierno, y sus representantes están muy satisfechos nadando en la « corrupción
imperante » y las políticas que desde allí adelantan. Reformas tributarias
para favorecer a los ricos, planes para favorecer a los terratenientes (AIS,
etc), y para el pueblo : Nada más que guerra y muerte para los suyos.
El pueblo sabe que
él es la única fuerza que rebasará y destruirá los límites impuestos y como
dice un investigador colombiano no para colocar « nuevos ladrillos al viejo
edicifico, sino construir uno nuevo, desde los cimientos ». Esa fuerza
tendrá que manifestarse de todas las maneras posibles constituyéndose en la
transformadora de la vida nacional, construyendo una Nueva Institucionalidad,
nuevas estructuras y superestructuras, y lógicamente los actores de esa nueva
forma de hacer política serán nuevos líders no contaminados por la « vieja
forma de hacer política », la corrupción.
Tranquilo, señor
de la Calle, que el pueblo sabe para dónde va...
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