Cartas de Timoleón
El 20 de diciembre de 2012 fue publicada a página entera en el diario EL TIEMPO la carta que FEDEGAN dirigió al señor Bruno Moro en particular, y a los ganaderos colombianos y opinión pública en general, a objeto de explicar su ausencia del foro sobre Desarrollo Rural Integral que se cumplía en la capital del país. La misiva tiene la virtud de expresar de manera franca el enfoque del gremio que la suscribe, lo cual resulta un importante aporte al desbroce de las causas del conflicto colombiano y al estudio de las fórmulas más justas para salir definitivamente de él.
De acuerdo con la versión de FEDEGAN, la fecha de hoy, 28 de diciembre, parece más que apropiada para representar el clamor de los santos inocentes del campo colombiano, según el cual lo vivido por su gremio representa un fenómeno de despojo masivo y verdadero genocidio. Es abiertamente conocido que las tierras dedicadas a la ganadería extensiva en Colombia sobrepasan por lo menos en diez veces las destinadas a la agricultura, protuberante realidad ignorada en la carta y que más bien trae a la memoria la fábula de Rafael Pombo sobre la pobre viejecita.
FEDEGAN cuenta aún con suficiente poder como para que su versión de la historia sea incesantemente difundida por la gran prensa, influencia de la que han carecido desde tiempos inmemoriales las grandes masas de campesinos, indígenas y mineros secularmente violentados. Este escrito, por ejemplo, no lo publicaría jamás EL TIEMPO. Pero no sólo los grandes ganaderos promovieron y financiaron el paramilitarismo para persistir con su vieja tarea expropiadora.También lo hicieron grandes compañías agrícolas y mineras. En vergonzante contubernio con la fuerza pública y buena parte de la clase política.
De lo que se trata ahora es de confundir las cosas. A los grandes ganaderos con los medianos y pequeños, a los poderosos empresarios del agro con el campesinado pobre, a los guerrilleros revolucionarios con los paramilitares sin entrañas, al desarrollo rural con el bienestar exclusivo de algunos, a los diálogos de paz con la rendición incondicional de la insurgencia. Una estrategia suficientemente conocida para evadir las responsabilidades directas en el conflicto. Mientras FEDEGAN y los otros implicados no las reconozcan y asuman, estaremos muy lejos de alcanzar la paz.
Con el argumento de que las FARC han destruido el campo durante más de medio siglo, FEDEGAN rechaza de plano que asuntos como el Desarrollo Rural y la Tierra sean negociados con nosotros. En realidad a las FARC, como lo sostuvimos desde la primera reunión con el gobierno, no nos interesa negociar nada en la Mesa de Conversaciones.Nunca hemos entendido la paz como el producto de un acuerdo de intereses entre el Gobierno y los guerrilleros, sino como el resultado del diálogo abierto con todos los sectores de la realidad nacional. Con esa perspectiva concebimos el foro de que tratamos.
FEDEGAN ocupa apenas un peldaño más alto que la posición oficial en torno al proceso de paz en curso. Su carta deja al descubierto que el gremio está pensando seriamente en reconvertir su actividad tradicional, amenazada por la lógica neoliberal de los tratados de libre comercio, a fin de ponerse a tono con las posibilidades de la creciente demanda mundial de alimentos y biocombustibles. Sus nuevas banderas son la gran agricultura empresarial de exportación y la ganadería moderna y sostenible, coincidiendo con el inocuo estribillo oficial de generar de este modo empleo y bienestar general.
Su carta pretexta que Desarrollo Rural no puede significar reparto de tierras destinadas a la proliferación de nuevos minifundios. Se trata es de crear condiciones para que los campesinos que tercamente aún sobreviven, puedan asociarse libremente con la gran empresa y obtener conexión con los mercados. Como quien dice, el burro amarrado expuesto al tigre. Su coincidencia con las locomotoras santistas es plena, con énfasis en que la restitución de tierras debe afectar exclusivamente a las que están en manos de narcotraficantes u organizaciones ilegales, mientras las demás deben permanecer intocadas.
Lo que les disgusta sobremanera es que se discuta ese asunto con las FARC. Su negativa de asistir al foro nada tenía que ver con que los acusaran allí de paramilitares y asesinos, cuestión que daban por descontada y que los tenía sin cuidado. Se relacionaba más bien con su desacuerdo en celebrar un evento así, capaz de despertar un sinnúmero de reclamaciones y aspiraciones sobre el destino del campo, completamente distintas a lo ya definido por el gobierno. ¿Para qué azuzar ante tanta gente el avispero de la inconformidad y la peligrosa cuestión de la redistribución de la tierra?
FEDEGAN no comparte que se les haya reconocido a las FARC un carácter deliberativo. Y mucho menos a todas esas organizaciones y personas que describe como de izquierda radical. ¿Para qué ir a repetir ante ese público tan refractario las propuestas que una y otra vez ha hecho al gobierno y que él no solamente conoce sino que ya implementa? Igual a como obraron las autoridades españolas frente al reclamo de los comuneros de José Antonio Galán, o el Frente Nacional ante los ruegos de los colonos de las zonas agrarias,de lo que se trata ahora es de imputar toda clase de crímenes a sus contradictores.
Y a eso se dedica FEDEGAN. A difamar con toda intensidad de las FARC-EP, para tapar con un dedo la irresistible radiación emitida por sus propias atrocidades. Claro que las FARC hemos apelado al uso de las armas, para defender nuestra vida y la de los miles y miles de colombianos agredidos y perseguidos por la violencia del Estado y sus grupos de asesinos encubiertos. Claro que hemos golpeado a los patrocinadores del paramilitarismo, a los sucesivos ejecutores del terror contra el pueblo colombiano. Y en ello hemos perdido miles de vidas. Y sufrido indeciblemente.
Como los centenares de miles de compatriotas que perdieron la vida sólo en el último cuarto de siglo a manos de la ofensiva terrorista del Estado. Como los millones de desterrados y despojados por la misma locura que hoy se viste de ley para culminar su obra. Si los señores de FEDEGAN adoptaron libremente la decisión de no asistir al foro sobre Desarrollo Rural Integral, las FARC-EP, que sí queríamos acudir, no pudimos hacerlo porque el gobierno nacional, en su particular manera de concebir la discusión democrática y la paz, se opuso terminantemente a ello. La única voz que al final cuenta es la suya.
La política de desarrollo rural del Presidente Santos, otro santo inocente, al igual que todas sus demás políticas, atiende solamente los intereses de un grupo selecto, ha sido concebida a espaldas de la mayoría de sus destinatarios y afectados. Creemos, al igual que muchísimos colombianos, que la voz de estos debe ser escuchada y atendida. La democracia y la paz significan eso, un foro permanente de discusión sobre el destino del país y la sociedad. Que se atienda y respete la opinión de la gente. Cuando eso suceda, habrá desaparecido por fin el conflicto armado en Colombia. Es así de sencillo, señores.
Timoleón Jiménez
Montañas de Colombia, 28 de diciembre de 2012
El 20 de diciembre de 2012 fue publicada a página entera en el diario EL TIEMPO la carta que FEDEGAN dirigió al señor Bruno Moro en particular, y a los ganaderos colombianos y opinión pública en general, a objeto de explicar su ausencia del foro sobre Desarrollo Rural Integral que se cumplía en la capital del país. La misiva tiene la virtud de expresar de manera franca el enfoque del gremio que la suscribe, lo cual resulta un importante aporte al desbroce de las causas del conflicto colombiano y al estudio de las fórmulas más justas para salir definitivamente de él.
De acuerdo con la versión de FEDEGAN, la fecha de hoy, 28 de diciembre, parece más que apropiada para representar el clamor de los santos inocentes del campo colombiano, según el cual lo vivido por su gremio representa un fenómeno de despojo masivo y verdadero genocidio. Es abiertamente conocido que las tierras dedicadas a la ganadería extensiva en Colombia sobrepasan por lo menos en diez veces las destinadas a la agricultura, protuberante realidad ignorada en la carta y que más bien trae a la memoria la fábula de Rafael Pombo sobre la pobre viejecita.
FEDEGAN cuenta aún con suficiente poder como para que su versión de la historia sea incesantemente difundida por la gran prensa, influencia de la que han carecido desde tiempos inmemoriales las grandes masas de campesinos, indígenas y mineros secularmente violentados. Este escrito, por ejemplo, no lo publicaría jamás EL TIEMPO. Pero no sólo los grandes ganaderos promovieron y financiaron el paramilitarismo para persistir con su vieja tarea expropiadora.También lo hicieron grandes compañías agrícolas y mineras. En vergonzante contubernio con la fuerza pública y buena parte de la clase política.
De lo que se trata ahora es de confundir las cosas. A los grandes ganaderos con los medianos y pequeños, a los poderosos empresarios del agro con el campesinado pobre, a los guerrilleros revolucionarios con los paramilitares sin entrañas, al desarrollo rural con el bienestar exclusivo de algunos, a los diálogos de paz con la rendición incondicional de la insurgencia. Una estrategia suficientemente conocida para evadir las responsabilidades directas en el conflicto. Mientras FEDEGAN y los otros implicados no las reconozcan y asuman, estaremos muy lejos de alcanzar la paz.
Con el argumento de que las FARC han destruido el campo durante más de medio siglo, FEDEGAN rechaza de plano que asuntos como el Desarrollo Rural y la Tierra sean negociados con nosotros. En realidad a las FARC, como lo sostuvimos desde la primera reunión con el gobierno, no nos interesa negociar nada en la Mesa de Conversaciones.Nunca hemos entendido la paz como el producto de un acuerdo de intereses entre el Gobierno y los guerrilleros, sino como el resultado del diálogo abierto con todos los sectores de la realidad nacional. Con esa perspectiva concebimos el foro de que tratamos.
FEDEGAN ocupa apenas un peldaño más alto que la posición oficial en torno al proceso de paz en curso. Su carta deja al descubierto que el gremio está pensando seriamente en reconvertir su actividad tradicional, amenazada por la lógica neoliberal de los tratados de libre comercio, a fin de ponerse a tono con las posibilidades de la creciente demanda mundial de alimentos y biocombustibles. Sus nuevas banderas son la gran agricultura empresarial de exportación y la ganadería moderna y sostenible, coincidiendo con el inocuo estribillo oficial de generar de este modo empleo y bienestar general.
Su carta pretexta que Desarrollo Rural no puede significar reparto de tierras destinadas a la proliferación de nuevos minifundios. Se trata es de crear condiciones para que los campesinos que tercamente aún sobreviven, puedan asociarse libremente con la gran empresa y obtener conexión con los mercados. Como quien dice, el burro amarrado expuesto al tigre. Su coincidencia con las locomotoras santistas es plena, con énfasis en que la restitución de tierras debe afectar exclusivamente a las que están en manos de narcotraficantes u organizaciones ilegales, mientras las demás deben permanecer intocadas.
Lo que les disgusta sobremanera es que se discuta ese asunto con las FARC. Su negativa de asistir al foro nada tenía que ver con que los acusaran allí de paramilitares y asesinos, cuestión que daban por descontada y que los tenía sin cuidado. Se relacionaba más bien con su desacuerdo en celebrar un evento así, capaz de despertar un sinnúmero de reclamaciones y aspiraciones sobre el destino del campo, completamente distintas a lo ya definido por el gobierno. ¿Para qué azuzar ante tanta gente el avispero de la inconformidad y la peligrosa cuestión de la redistribución de la tierra?
FEDEGAN no comparte que se les haya reconocido a las FARC un carácter deliberativo. Y mucho menos a todas esas organizaciones y personas que describe como de izquierda radical. ¿Para qué ir a repetir ante ese público tan refractario las propuestas que una y otra vez ha hecho al gobierno y que él no solamente conoce sino que ya implementa? Igual a como obraron las autoridades españolas frente al reclamo de los comuneros de José Antonio Galán, o el Frente Nacional ante los ruegos de los colonos de las zonas agrarias,de lo que se trata ahora es de imputar toda clase de crímenes a sus contradictores.
Y a eso se dedica FEDEGAN. A difamar con toda intensidad de las FARC-EP, para tapar con un dedo la irresistible radiación emitida por sus propias atrocidades. Claro que las FARC hemos apelado al uso de las armas, para defender nuestra vida y la de los miles y miles de colombianos agredidos y perseguidos por la violencia del Estado y sus grupos de asesinos encubiertos. Claro que hemos golpeado a los patrocinadores del paramilitarismo, a los sucesivos ejecutores del terror contra el pueblo colombiano. Y en ello hemos perdido miles de vidas. Y sufrido indeciblemente.
Como los centenares de miles de compatriotas que perdieron la vida sólo en el último cuarto de siglo a manos de la ofensiva terrorista del Estado. Como los millones de desterrados y despojados por la misma locura que hoy se viste de ley para culminar su obra. Si los señores de FEDEGAN adoptaron libremente la decisión de no asistir al foro sobre Desarrollo Rural Integral, las FARC-EP, que sí queríamos acudir, no pudimos hacerlo porque el gobierno nacional, en su particular manera de concebir la discusión democrática y la paz, se opuso terminantemente a ello. La única voz que al final cuenta es la suya.
La política de desarrollo rural del Presidente Santos, otro santo inocente, al igual que todas sus demás políticas, atiende solamente los intereses de un grupo selecto, ha sido concebida a espaldas de la mayoría de sus destinatarios y afectados. Creemos, al igual que muchísimos colombianos, que la voz de estos debe ser escuchada y atendida. La democracia y la paz significan eso, un foro permanente de discusión sobre el destino del país y la sociedad. Que se atienda y respete la opinión de la gente. Cuando eso suceda, habrá desaparecido por fin el conflicto armado en Colombia. Es así de sencillo, señores.
Timoleón Jiménez
Montañas de Colombia, 28 de diciembre de 2012
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