by AFP NOTICIAS | jueves, 1 de noviembre de 2012
La
malintencionada versión sobre Alexandra y las FARC-EP apunta a impedir
el despertar mundial de la lucha contra el gran capital.
Por Gabriel Ángel
La
revista Semana proclama que 30 años consolidan su grandeza, que ha
recorrido tres décadas de mano con la verdad y que su mayor mérito ha
sido el periodismo crítico. Simple propaganda ostentosa sobre sí misma,
reforzada cada ocho días por cartas reales o ficticias de sus tantos
lectores de las clases media alta y alta. En realidad la publicación se
ha hecho grande por el cerrado apoyo de sus patrocinadores, las más
poderosas firmas inversionistas de capital en Colombia. El contenido de
la revista las emociona, porque reproduce y multiplica la maravillosa
visión del mundo que ellas defienden.
Todo
cuanto publica Semana se dirige a apuntalar el orden de cosas vigente
en el mundo y en Colombia. El poder omnímodo de las finanzas. Por eso,
de la mano con los otros grandes medios en Colombia, enfila siempre sus
baterías contra cualquier cosa que pueda amenazar la estabilidad en los
negocios. Las luchas populares por mejores condiciones de vida, las
denuncias contra el inhumano modelo de explotación económica, los
horrores del terrorismo de Estado en Colombia y el mundo sólo caben en
sus páginas, si publicarlos sirve de algún modo para destacar la
abnegada preocupación de los amos por sus siervos.
Al
igual que RCN, Caracol, El Tiempo, El Espectador y toda esa prensa
comprometida y paga por el poder, Semana no oculta su inquisidora tarea
de satanizar la lucha insurgente, haciendo cuanto esté a su arbitrio
para presentarla sin principios, desligada de cualquier motivación
altruista, ajena del todo a la realidad política y social de nuestro
país, hundida cual más en el fango de la descomposición material y
moral. No hay medio informativo ligado al Establecimiento que no levante
como consigna el repudio enfurecido a las FARC. Nadie puede trabajar o
vincularse a ellos sin haber jurado servir sumiso en esa nueva Cruzada.
Con
ese sesgo abordarán cuanto tenga que ver con nosotros. Es claro que ahí
no cabe independencia alguna de criterio, lo cual se hace aún más
ostensible con el nuevo proceso de paz. El poder y la gran prensa
convirtieron la experiencia del Caguán en la más execrable maldición que
pueda caber en la mente. Basta por ende con insinuar o acusar
abiertamente de intentar repetir alguna cosa de ella, para concitar el
más escandaloso rechazo. Las FARC estamos obligados a actuar por fuera
de la más ligera referencia al pasado proceso. Ni en los discursos, ni
en las declaraciones, ni en los hechos podemos invocar nada que lo
recuerde.
Eso
ya fue decretado en las alturas. Y una inmensa jauría se halla lista a
hacerlo valer desde sus tribunas de prensa. Pero, por increíble que
pueda parecer, las cosas van aún más lejos. La nueva pretensión busca
prohibirnos cualquier acción que pueda significar un ardid para olvidar
el Caguán. En las riberas de ese tranquilo río del departamento del
Caquetá fue sembrada la idea sobre nuestra monstruosidad sin par. De
modo que ensayar ser abordados con una óptica distinta también resulta
maligno. Somos lo que dijeron los dueños del capital y la gran prensa,
eso ya está aprobado y nada puede mostrar variantes sobre nosotros.
La
novela que comienzan a escribir en torno a Alexandra viene a
corroborarnos lo dicho. El camarada Timoleón Jiménez, a quien la
inteligencia militar y la gran prensa convirtieron en Timochenko, le
expresó a la periodista Vicky Dávila que Alexandra efectivamente hacía
parte de la delegación de las FARC en los diálogos y que allí cumpliría
con la tarea asignada, al igual que cualquier otro de los integrantes de
nuestra delegación. Advirtió también que ninguno de los miembros de
nuestra delegación tenía más importancia que los demás. La entrevista
también fue publicada por escrito en la web de la FM.
Por
encima de esto, Semana se inventó que el Comandante de las FARC "alega
que la europea sólo hará tareas de intérprete y de prensa". Y Sobre esa
base monta la premeditada andanada contra nosotros: Holanda, como la
llamamos cariñosamente en filas, ha sido elegida para con su linda cara
reavivar el trabajo internacional de las FARC y cubrir con su bella
sonrisa nuestro rostro envilecido. Semana asegura conocer nuestros
planes, sin mencionar desde luego cómo los obtuvo: ponerla a ella a
representar a las FARC ante el planeta entero, en holandés, inglés,
francés o en dialecto caqueteño. ¡Cómo seremos de perversos!
Fiel
celestina del poder del gran capital, la revista da por sentado que las
ideas revolucionarias, la consciencia, la elevada moral combativa, la
perspectiva de clase, la solidaridad, el internacionalismo y hasta el
amor desinteresado por la humanidad y los oprimidos, son cosas
inexistentes en la mente de los pueblos y en las mujeres y hombres que
los integran. Porque se trata de ideas y principios odiados a muerte por
los todopoderosos capitales que saquean, explotan, oprimen, asesinan,
encarcelan y torturan a miles de millones de habitantes en el mundo, los
cuales financian además medios como Semana en todo el orbe.
La
revista confiere enormes visos de credibilidad a un librejo publicado
por León Valencia y Liduine Zumpolle. Los dos son viejos amigos, desde
cuando la holandesa Zumpolle participó como mediadora de Pax Christi en
la desmovilización de la Corriente de Renovación Socialista, de donde
viene que Países Bajos financien la Corporación Nuevo Arco Iris. La
Zumpolle rompió luego con Pax Christi y fundó sus propias oenegés,
dentro de las que se destacan Manos por la Paz que coordinan elementos
tan ruines como Olivo Saldaña y Biófilo, los de las falsas
desmovilizaciones, y una llamada Cuba Futuro, para desprestigiar la
revolución cubana con el apoyo de la mafia cubano americana de Miami.
Gente sana de Semana.
Ojalá
supieran los cronistas y editorialistas de Semana, el grado de
convencimiento y desprendimiento que se requieren para soportar y
superar la brutalidad de la embestida del Imperio y el Estado colombiano
contra las FARC. Es cierto que a algunos guerrilleros les falta el
coraje suficiente y prefieren la entrega y la traición. Esos son falsos
revolucionarios que luego tratarán de congraciarse con el enemigo
recitando sus dichos. Pero los verdaderos permanecen aquí, bajo las
bombas y el fuego, empuñando las armas y decididos a jugarse el todo por
su pueblo. Semana jamás entenderá eso, aunque sabe que gran parte del
mundo sí. A eso es que le temen sus propietarios y patrocinadores, al
despertar mundial de la lucha. Y por eso los miles de millones empleados
en la difamación y la calumnia. Pobres diablos.
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