Traducido para Rebelión por Ricardo García Pérez |
Introducción
Uno de los rasgos socioeconómicos más asombrosos de las dos últimas décadas es la inversión del signo de la legislación sobre bienestar de la segunda mitad del siglo pasado en Europa y Norteamérica. Los recortes sin precedentes en servicios sociales, indemnizaciones por despido, empleo público, pensiones, programas sanitarios, estipendios formativos, periodos vacacionales y seguridad laboral vienen acompañados por el incremento de los gastos de la educación, la fiscalidad regresiva y la edad de jubilación, así como por el aumento de las desigualdades, la inseguridad laboral y la aceleración del ritmo en los centros de trabajo.
La desaparición del «Estado de bienestar» echa por tierra la idea expuesta por los economistas ortodoxos, que sostenían que la «maduración» del capitalismo, su «estado de desarrollo avanzado», su alta tecnología y la sofisticación de sus servicios vendrían acompañadas de mayor bienestar y niveles de vida más altos. Aunque es cierto que «servicios y tecnología» se han multiplicado, el sector económico se ha polarizado aún más entre los empleados minoristas mal remunerados y los agentes de bolsa y financieros muy ricos. La informatización de la economía ha desembocado en la contabilidad electrónica, los controles de costes y los movimientos acelerados de fondos especulativos en busca del máximo beneficio, mientras que, al mismo tiempo, han sido preludio de reducciones presupuestarias brutales en los gastos sociales.
Esa «Gran Inversión» del curso de los hechos parece un proceso a gran escala y largo plazo centrado en los países capitalistas dominantes de Europa Occidental y Norteamérica y en los antiguos Estados comunistas de Europa del Este. Nos incumbe a todos examinar las causas sistémicas que trascienden las idiosincrasias particulares de cada país.
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