Los días 7 y 14 de junio de 2011 tuvieron lugar desayunos de trabajo con periodistas, en las redacciones bogotanas del diario El Tiempo y el canal de televisión NTN 24, sobre el tema “Los vecinos del sur. Énfasis en los nuevos mejores amigos, Ecuador y Venezuela”. El ponente fue el abogado e internacionalista Eduardo Pastrana Buelvas, director del departamento de Relaciones Internacionales de la facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana. A continuación, una síntesis de sus planteamientos.
La historia muestra que la política exterior de Colombia no ha sido estratégica ni de Estado, sino de gobierno. La secesión de Panamá produjo un shock en las élites colombianas. A la luz de este incidente el presidente Marco Fidel Suárez definió en 1920 lo que sería esa política exterior en el siglo XX, con el latinajo respice polum, “mira hacia el polo”. Significó subordinación a la potencia hegemónica, Estados Unidos.
El primer cambio se dio a final de los sesenta, en el gobierno de Carlos Lleras que procuró mayor autonomía, integración y fortalecimiento de un bloque regional, bajo un nuevo lema: respice similia, “mira hacia los semejantes”. Belisario Betancur lo profundizó al buscar liderazgo regional en el grupo de Contadora.
En los años ochenta, con Virgilio Barco, el narcotráfico trajo desestabilización del Estado, lo cual reforzó la subordinación extrema con Estados Unidos a la luz del principio de corresponsabilidad entre países consumidores y productores de drogas ilegales. La política exterior sufrió una narcotización o ‘securitización’. Ligadas a la lucha antinarcóticos, aparecieron las preferencias arancelarias para Colombia.
En la administración de Andrés Pastrana hubo dos tendencias, el hard power que privilegió el fortalecimiento de las fuerzas armadas y el componente militar del Plan Colombia de estrecha relación con Estados Unidos, y el soft power que propugnó por lo social, sustitución de cultivos y negociación de paz. A raíz del fracaso de este proceso de paz, se habló de ingobernabilidad, Colombia como Estado amenazado y falto de confiabilidad.
El 11 de septiembre de 2001 cambió la estrategia de seguridad de Estados Unidos, cuyo eje central pasó a ser la lucha contra el terrorismo. El gobierno de Uribe instauró una democracia y diplomacia, no para la paz, sino para la guerra. El conflicto interno colombiano pasó a ser componente de la cruzada de Estados Unidos contra el terrorismo. Se generó una ‘terrorificación’ de la política externa de Colombia.
El teórico argentino Carlos Escudé formuló entonces el principio del Realismo periférico, de inspiración hobbesiana, según el cual los países no hegemónicos deben aliarse con actores internacionales poderosos para conjurar amenazas internas y perseguir su seguridad e interés nacional. Ante la ausencia de una autoridad mundial, la estructura internacional es anárquica y la seguridad es problema de juego de alianzas, determinadas por coincidencia de intereses, ideas y valores compartidos.
De esta manera las administraciones Uribe-Bush llevaron a una bilateralización extrema y personalizada de la política exterior colombiana. Se creyó que aliarse con Bush y los republicanos era aliarse con Estados Unidos, y de este modo se rompió el tradicional consenso bipartidista norteamericano hacia Colombia. Se produjo un aislamiento paulatino con los vecinos de la región que, unido a la cercanía con Estados Unidos, asimiló a Colombia con Israel. El aislamiento fue también frente a Europa y Asia.
Para Uribe, el mundo es una mesa de billar donde todas las bolas chocan y prima el conflicto. Es una lectura anacrónica, todavía en el marco de la guerra fría, preocupada por la supervivencia del Estado. Su lógica es de amigo-enemigo. Pretende imponer su enfoque de seguridad y no incorpora intereses y dilemas de seguridad de otros países. Instrumentaliza la política exterior al ponerla al servicio de la política interna. La diplomacia debe producir réditos a seguridad interna.
Juan Manuel Santos tiene una visión del mundo distinta, derivada de su formación en la London School of Economics cuyo rector Anthony Giddens desarrolló la tendencia de la ‘Tercera vía’. Esta escuela británica de relaciones internacionales adopta los cambios de la postguerra fría y considera un mundo más plural y no confrontativo, que ya no es arena de lucha entre dos frentes.
Este mundo donde lo ideológico pierde importancia, es más interdependiente, tiene actores más plurales, y luego de década y media de poder hegemónico norteamericano, avanza hacia lo policéntrico y multipolar. En él las relaciones internacionales se diversifican, no solo en dimensión geográfica, sino en temática incluyendo cultura, ciencia, tecnología, medio ambiente, derechos humanos.
La relación estrecha de Colombia con Estados Unidos representa vulnerabilidad para aquella, como se vio en los casos de Venezuela y Ecuador, de manera que es preciso introducir diversificación económica y política. Siguiendo el modelo de Chile y Perú, la nueva consigna es respice omnia, “mira hacia todos”, lo cual incluye el conjunto del planeta, los vecinos y también Estados Unidos pero en relación ya no mediada solo por droga y seguridad. La agenda debe ser igualmente diversificada.
Para Santos, la relación con Estados Unidos es de socios, lo cual es más real que aliados pues la alianza es propia de actores simétricos con intereses geoestratégicos más allá de sus fronteras. Es una nueva relación de realismo interdependiente, según la condición actual del mundo. Más que mesa de billar, el mundo es red donde el otro no es enemigo ni se ve en términos confrontativos. Al otro se le reconoce su interés y se permite que los canales diplomáticos trabajen primero en casos necesarios.
Santos no reconoce amigos ni enemigos por fuera, pero sí intereses comunes. Construye medidas de confianza, con gestos fácticos como quitar el obstáculo de las siete bases militares colombianas utilizables por Estados Unidos, y se sienta a la mesa a pesar de las diferencias. Su reconciliación con los países vecinos es pragmática, pues Colombia necesita relanzar procesos de integración regional ya que los productos de mayor valor agregado van a la región mientras que a Estados Unidos van los extractivos.
Santos comprende que Colombia es país bisagra entre Sur y Centro América, la Amazonía y el arco del Pacífico, sin el cual no es posible reconstruir la unidad regional en la cual Brasil cumple papel clave.
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Arturo Guerrero
16 de junio de 2011
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