En el Catatumbo, en el Caquetá, en la zona de reserva Campesina de Losada-Guayabero, en las regiones donde crearon una base social, en los lugares de la Amazonía donde sus frentes no dejaron entrar la maquinaria devastadora de las petroleras, todos esos lugares van a extrañar a las Farc.
Las Águilas Negras ya empiezan a ocupar el Catatumbo, la región en donde una tarde de agosto de 1999 mataron a más de sesenta personas. La gente en La Gabarra ya vuelve a sentir la adrenalina del miedo, estallan de nuevo las torres de energía, el estampido seco de los tiros de gracia, los gritos ahogados, los muertos flotando boca abajo en el río de los Motilones.
Ante la indiferencia del gobierno, los comandantes guerrilleros empiezan a entender que perdieron la guerra. Ya no soñarán con el honor de morir en un campo de batalla por un ideal. Ahora deberán enfrentarse al inoperante sistema de salud, a la educación excluyente, elitista, al desprecio que le genera al citadino el campo de su propio país.
La paz de Santos, que ya viene a ser la misma paz uribista, lo único que buscaba era un premio Nobel. Firmar a las trancas y a mochas un tratado de paz para que los noruegos aplaudan y les den plaquitas doradas y pasar a la historia como le corresponde a un hombre con su apellido. No importaba que las zonas de transición fueran terraplenes desprovistos de cualquier tipo de infraestructura. “Estábamos mejor peleando en el monte” nos dijo hace un poco un Comandante en el Cauca.
El Clan del Golfo va por los líderes en Urabá, en San Calixto mataron empezando el año una lideresa de Ascamcat, se presume que fue el EPL, esa bacrim disfrazada de guerrilla. Ya van 19 líderes en 46 días del 2017. 19 líderes y el fiscal Néstor Humberto Martínez, solo se atiene a decir “hay una multicausalidad en el origen de las amenazas, de los asesinatos y de las afectaciones a la integridad de estos líderes sociales”. Palabras más, palabras menos niega que en este país, ya con las Farc sin armas, se está gestando un genocidio.
En el 2018 volverá la otra derecha, la que da la cara,
la que está fuera del clóset,
la que cree que acá las cosas se arreglan es a bala
la que está fuera del clóset,
la que cree que acá las cosas se arreglan es a bala
En el 2018 volverá la otra derecha, la que da la cara, la que está fuera del clóset, la que cree que acá las cosas se arreglan es a bala. Es probable que Vargas Lleras haga el acta de contrición con el uribismo que le pide José Obdulio Gaviria y termine de deformar los acuerdos de La Habana. Timochenko, debilitado por un problema cardiaco, debe estar arrepintiéndose de haber caído en la trampa que le tendió Santos. Al haber estado tanto tiempo en el monte no sabía el desprecio que produce en los pobres de este país cualquier idea comunista. Han visto suficiente RCN como para que las neuronas no les hayan quedado fritas, como para enloquecerse de tal modo que agarren un cuchillo y se apuñalen ellos mismos. Son libres para votar por políticos que abiertamente los ven como chusma. Rodrigo Londoño creía que las masas los iban a apoyar pero, qué va, las masas no quieren salud y educación gratuitas y de calidad, las masas lo único que quieren es la casita que regala el vice y soñar con hacer un torcido para comprarse una Terius de segunda y descrestar al barrio con unos bafles potentes.
Y ese campo que fue ocupado por las Farc, que creyó en lo que les dijeron, que iban a tener su pedazo de tierra para cultivar, que con la paz de Santos ya no los iban a matar más, ese campo ha quedado desprotegido. Con las Águilas Negras acechando, con la delincuencia común extorsionando a los pequeños ganaderos del Caquetá, ellos, los que nos dan de comer, van a extrañar a las Farc que, indefensos en los peladeros sin techo que les dieron, se equivocaron a creer en la palabra de un Santos, uno de los apellidos tradicionales que los impulsaron a tomar las armas.
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